El cese del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, exigido por vigésimo quinto año consecutivo en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y aprobado de forma abrumadora por 191 votos a favor y 2 abstenciones ( EEUU e Israel), reafirma la libertad de comercio y navegación ante un bloqueo anacrónico instaurado por Kennedy en 1.962 y que habría supuesto para la Isla unas pérdidas directas e indirectas estimadas en 110.000 millones $ según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y más de un Billón $ según el Gobierno cubano. Así, según Prensa Latina, entre mayo de 2012 y abril de 2013, las perdidas causadas por el bloqueo a la salud pública cubana serían de 39 millones $ debido a la imperiosa necesidad de adquirir medicamentos e instrumental en mercados lejanos.
Las medidas cosméticas tomadas por la Administración Obama en su Primer Mandato Presidencial siguiendo la estela de la Administración Clinton (relajación de las comunicaciones y el aumento del envío de remesas a la isla así como el inicio de una ronda de conversaciones sobre temas de inmigración), dejaban intacto al bloqueo y no cambian sustancialmente la política de Washington, aunque reflejaban el consenso de amplios sectores del pueblo norteamericano a favor de un cambio de política hacia la Isla auspiciado por la decisión del régimen cubano de terminar con el paternalismo estatal y permitir la libre iniciativa y el trabajo por cuenta propia. Sin embargo, la renovación automática por parte de EEUU por un año más del embargo comercial a la isla atentarían contra el vigente sistema financiero y político internacional y podrían suponer para Cuba pérdidas estimadas en cerca de 50.000 millones de $, abocando al régimen de Raúl Castro a la asfixia económica. Así, Bergoglio habría participado discretamente en la secreta negociación llevada a cabo entre Cuba y EEUU para romper el deshielo entre ambos países mediante el intercambio de Alan Gross y un oficial estadounidense por tres miembros de “Los 5”, seguido de la desaparición de Cuba de la lista estadounidense de Países Terroristas y de la apertura de Embajadas con el objetivo último de instaurar las bases de una nueva doctrina “interpares” en las relaciones bilaterales EEUU-Cuba, siendo “perentorio” el finiquito de un bloqueo que dura ya 53 años y que corre el riesgo de convertirse en endémico, con las perniciosos efectos colaterales que ello podría conllevar.
La miopía geopolítica de Donald Trump
Donald Trump habría adoptado como leit motiv de su Presidencia eliminar todo vestigio del legado obamaniano. Así, tras el veto a la entrada de inmigrantes, la anulación del Obamacare, el anuncio de revisión del Tratado NAFTA y la retirada de EEUU del Acuerdo de París contra el Cambio Climático,( medidas cosméticas fruto de la paranoia personal de Trump que no verán su plasmación en la legislacion estadounidense por la rotunda oposición de amplios sectores de la sociedad civil y de la división de la clase política republicana), el siguiente paso será intentar deshacer los avances diplomáticos y comerciales alcanzados con Cuba bajo el mandato de Barack Obama. Los cambios propuestos por la administración Trump tienen como intención aumentar las regulaciones y la supervisión para dificultar a las empresas estadounidenses rubricar acuerdos con Cuba así como para que los estadounidenses continúen viajando al país y serían fruto de la extenuante presión de los destacados representantes cubano-americanos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, ambos republicanos.
Según un estudio realizado por Engage Cuba y citado por Cubadebate.cu, la hipótesis de partida sería que el Gobierno de Trump acabe con “todo el régimen de regulaciones” impuestas por Obama hacia Cuba, “incluida la legalización de ciertos viajes, la expansión de remesas, el fin de la política de ‘pies secos, pies mojados’ y las licencias generales para ciertas exportaciones y colaboración en investigaciones”. De cumplirse el escenario que plantea Engage Cuba, la nueva política “le costaría 6.600 millones de dólares a la economía estadounidense y afectaría a 12.295 empleos durante el primer mandato de Trump”, que concluirá en enero de 2021 y los estados que serian mas golpeados por un cambio de política hacia Cuba serían los más cercanos al país caribeño como Florida, Louisiana, Texas, Alabama, Georgia y Mississippi. Dicho estudio vendría respaldado por diversos grupos de negocios y empresas de viajes, incluyendo la U.S.
Chamber of Commerce’s U.S.-Cuba Business Council, the American Society of Travel Agents y Cuba Educational Travel y por su parte, el senador Patrick Leahy (D-Vt.) afirmó categórico que ”antes que ceder a las presiones de una minoría que esta anclada en el pasado, el Presidente debería ir a Cuba y conversar directamente con el pueblo cubano en nombre de la vasta mayoría de los estadounidenses que favorecen relaciones mas estrechas”.
La jugada geoestratégica de Putin
Moscú es actualmente el noveno socio comercial de la Habana con intercambios valorados en 224 millones de dólares en 2011 y y como prólogo a su visita, la Duma rusa habría ratificado la condonación de la deuda de Cuba con la URSS estimada en 35.200 millones $ y el resto (3.520 millones $ será abonado por Cuba en diez años y reinvertido por Rusia en la economía cubana. Putin se reunió con Raúl y Fidel Castro para abordar temas concernientes a la cooperación técnico-militar entre Moscú y La Habana y tratar asimismo temas como la cooperación energética, transporte, aviación, espacio y salud además de firmar varios acuerdos. Según rt.com, Rusia estaría negociando instalar sus bases militares con Cuba, Venezuela y Nicaragua con el objetivo inequívoco de ampliar el radio militar ruso, pues según el analista Lajos Szaszdi ”la apertura de la bases en el exterior es necesaria para la disuasión estratégica de Rusia, la inteligencia, así como para verificar los acuerdos del desarme y también determinar qué planes hay de parte del Pentágono en caso de operaciones o intervenciones en el extranjero” y tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría con EEUU, Putin ha empezado a mover las piezas para situarlas estratégicamente en el llamado “patio trasero” de EEUU. Así, en el supuesto de que Donald Trump mantenga intacto el anacrónico embargo sobre la Isla, surgirá el desapego afectivo del régimen cubano respecto a EEUU, vacío que será aprovechado por el hábil estratega geopolítico Putin para firmar un nuevo tratado de colaboración militar ruso-cubana (rememorando el Pacto Secreto firmado en 1.960 en Moscú entre Raúl Castro y Jruschov)que incluiría la instalación de una base de Radares en la abandonada base militar de Lourdes para escuchar cómodamente los susurros de Washington y la instalación de bases dotadas con misiles Iskander, pudiendo revivirse la Crisis de los Misiles Kennedy-Jruschev (octubre, 1.962) y la posterior firma con Jrushchov del Acuerdo de Suspensión de Pruebas Nucleares (1962).