Por José Carlos García Fajardo
Ha sido elegido como presidente de Austria el viejo líder del partido ecologista, Alexander Van der Bellen, un político que genera grandes expectativas ante temas tan candentes como el calentamiento global y el desarrollo sostenible en el futuro.
Esto fue posible gracias al recuento minucioso de los votos, incluidos los emitidos por correo, ante el 49’7% de votos inicialmente atribuidos al ultra derechista Hofer despertó alarmas en un año en el que el mundo se encontró con resultados electorales inesperados. Pero al imponerse el resultado contrario, estamos ante un escenario en el que el primer candidato “verde” en obtener el poder tendrá que enfrentarse a escépticos del cambio climático como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, o la figura ascendente de Marine Le Pen en Francia y tantos otros en países de la UE. Todo ello en el contexto del avance de la ultraderecha que vive una Europa inmersa en la crisis de refugiados y las repercusiones que eso genera.
Van der Bellen ganó a un discurso populista, xenófobo y discriminatorio que caló hondo en gran parte del electorado austríaco, que quedó dividido entre dos modelos de país sumamente diferentes. Esto se refleja en las encuestas, que daban como ganador al ecologista con un margen de más del 7% de diferencia cuando, finalmente, sólo logró sobrepasar al candidato ultraderechista por un 3%, lo que demuestra la imprevisibilidad que tienen los sondeos y la creciente evolución de una ciudadanía que no responde fielmente a las estructuras políticas tradicionales como en otras épocas.
Uno de los grandes retos que tiene Austria es lograr una eficiente política de saneamiento en sus principales lagos y ríos para detener la contaminación, que proviene del incremento de actividades turísticas en parajes naturales que llegan a recibir casi 100.000 visitantes al año. El Lago Verde es uno de los principales centros turísticos del país, debido al oscurecimiento de sus aguas y puede llegar a afectar a las napas de agua que vienen de otras masas hídricas. Desde hace unos años está en peligro ante esta especie de desarrollo turístico.
Las políticas ambientales que no tienen en cuenta el cambio climático, como las propuestas por Norbert Hofer, podrían tener un fuerte impacto en un país que procura avanzar hacia un programa de energías limpias y combatir la energía nuclear que les afecta desde países vecinos como la República Checa y Eslovaquia. Además, los países europeos no se pueden permitir el lujo de desgastar los valiosos recursos hídricos que padecen una gran erosión en las últimas décadas. El agua es un recurso estratégico en una región donde cada vez hay más demanda por parte de una población creciente en un continente pequeño.
Austria es un país pionero en el ámbito de las energías renovables en Europa y hace casi cuatro décadas que abandonó la energía nuclear como método de producción de energía. En la actualidad el 75% de la energía que consume el país proviene de fuentes verdes y el 25% restante sale de combustibles fósiles. El nuevo presidente Van der Bellen quiere lograr un abastecimiento del 100% en base a energías limpias con el objetivo de dejar de depender de una industria contaminante como la de los hidrocarburos fósiles.
Hay regiones como la de Baja Austria que ya tienen un total abastecimiento de energías renovables con inversiones que llegaron a casi los 3.000 millones de euros en 2002. Casi el 65% de la energía que consume esa provincia es hídrica debido a los innumerables recursos con los que cuenta en sus nevadas montañas. Esta reconversión dio lugar a 36.000 puestos de trabajo que el partido ecologista quiere conservar e incrementar desde el actual 35% hasta un 50% en el abastecimiento de energías limpias, en un plazo de 10 a 15 años.
Greenpeace Austria advirtió de que, si no se reducen los gases de efecto invernadero, en 2050 el país va a sufrir cerca de 50 días con temperaturas superiores a los 30°C, cuando habitualmente ese número es de 30 días anuales. El mundo debe estar atento a los avances de la extrema derecha y de una izquierda desnortada en temas como la inmigración, la globalización y las alianzas regionales, como vimos en el Brexit. El Presidente austríaco, Van der Bellen ha demostrado que se puede parar esta oleada de descontento que se vivía en su país y su canalización hacia un populismo salvaje que apuesta por un crecimiento ilimitado.