Por Raúl González García
Hay una “enfermedad” que acorta la vida más que la obesidad, el alcoholismo y la hipertensión; que no se diagnostica ni se trata específicamente; que no está en el punto de mira como un factor determinante de la salud… Se trata de la pobreza, según un estudio publicado por la prestigiosa revista médica The Lancet.
Los científicos detrás de este macroestudio, hecho sobre 1,7 millones de personas, denuncian que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no incluya a la desigualdad en su agenda. Más cuando cada año la brecha de la desigualdad sigue en aumento y a pesar de haber obtenido datos que demuestran lo nociva que resulta para tantas vidas.
“El bajo nivel socioeconómico es uno de los indicadores más fuertes de la morbilidad y mortalidad prematura en todo el mundo. Sin embargo, las estrategias de salud global no consideran las circunstancias socioeconómicas pobres como factores de riesgo modificables”, denuncian en su estudio los científicos, que forman un equipo de más de treinta especialistas de instituciones tan prestigiosas como la Universidad de Columbia, el King’s College de Londres, la Escuela de Salud Pública de Harvard y el Imperial College de Londres.
“No se ataca este factor porque no interesa”, afirma Manuel Franco, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá de Henares, especialista en cómo afectan los factores sociales y ambientales en la salud. “Sabemos que hay factores estructurales que perjudican la salud, pero las autoridades no quieren atacarlos. Es importante que los autores muestren que el factor socioeconómico importa, e importa tanto como los que señala la OMS”.
Es fácil encontrar cada día campañas que promueven el abandono del tabaco con advertencias en las cajetillas. También se pueden ver sin dificultad programas que buscan estimular la práctica del deporte y adoptar unos hábitos saludables. De la misma manera se podría combatir la pobreza, proponen en el análisis, hacerla visible y entender que no es un factor lejano, convivimos con ella todos los días aunque no sintamos que nos afecta de manera directa. Creen que se podría combatir con intervenciones como la promoción del desarrollo durante la primera infancia, las políticas de reducción de la pobreza o la mejora del acceso a una educación.
Manuel Franco concluye: “La evidencia dice que la desigualdad mata. ¿Nos interesa la salud del país, tanto la de los pobres como la de los ricos?”.