El primer encuentro frente a frente entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin tendrá lugar el viernes 7 de julio, al margen de la Cumbre del Grupo de los Veinte (G-20) en Hamburgo.
El Kremlim dice que los principales temas en la agenda son terrorismo, Siria y Ucrania.
La Casa Blanca afirma que Trump decidirá los temas a discutir y califica el encuentro como “una reunión bilateral normal”, donde -según analistas-Trump podrá traer a la mesa cualquier tema.
“Él podría decidir que quiere llevar la reunión hacia una dirección inesperada”, dice Steve Sestanovich, del Council for Foreign Relations, un centro de estudios independiente. “Tenemos que estar preparados para esto. Es un poco su estilo”, advierte el experto.
Sin embargo, las investigaciones sobre la presunta colusión entre la campaña electoral de Trump y Rusia han empañado las esperanzas de la Casa Blanca de que el encuentro con Putin pueda llevar a mejores relaciones.
“Todo lo que suceda entre Trump y Putin va a ser visto en ese contecto”, dice Hannah Thoburn, del Hudson Institute, otro centro de estudios. “¿Fue demasiado amigable? ¿Estaba tratando de parecer duro con Rusia a fin de acallar a sus críticos en el país? Creo que todas esas son preguntas que pronto tendrán respuesta”, explicó Thoburn.
Probablemente no habrá concesiones
Las propiedades diplomáticas rusas en Estados Unidos que el gobierno de Barack Obama confiscó podrían ser discutidas. El Kremlim ha amenazado con represalias si las instalaciones no son devueltas. Obama ordenó la medida en respuesta a evidencia de que Rusia interfirió en las elecciones del año pasado.
Pero, es improbable que Trump vaya a ofrecer concesiones dice Thoburn. “Creo que va a ser difícil, especialmente para el presidente Trump, ofrecer mucho. Decir, ‘vamos a anular esas sanciones en particular’ va a ser muy difícil debido a la posición en la que se encuentra aquí en el país”.
Y mucho menos gente espera que Trump hable con Putin sobre el hackeo ruso que según las agencias de inteligencia de Estados Unidos estuvo dirigido a ayudarlo a ganar la presidencia.
“EE.UU. espera de Trump un diálogo difícil con Putin sobre la presunta interferencia rusa a las elecciones en este país, pero creo que Trump no lo hará por verguenza”, dice Andrei Kolesnikov del Carnegie Moscow Center. “Naturalmente, Putin no tocará el tema, así que caerá de la agenda”, añade el experto.
En las calles de Moscú, los rusos esperan que la reunión lleve a mejores relaciones tras varios años de tensiones.
“Alguien debe comprender que si no colaboramos juntos, no progresaremos” dice un moscovita que solo se identificó por su primer nombre, Konstantin.
Las relaciones entre EE.UU. y Rusia se deterioraron en 2014 luego que Moscú se anexó la región ucraniana de Crimea y el apoyo militar a los separatistas pro-Rusia en el este de Ucrania.
El Kremlim esperaba un cambio total con la elección de Trump, quien elogió a Putin durante la campaña electoral y expresó un fuerte deseo de trabajar con Rusia para resolver el problema de Siria.
La toxicidad de Rusia
Pero las acusaciones de hackeo contra Rusia y de la presunta colusión con la campaña de Trump, significa que cualquier nueva cooperación entre los dos países estará sujeta a un intenso escrutinio.
“Rusia se ha vuelto tóxica. No se puede mencionar que uno comió blinis (crepas eslavas a base de harina, huevos, leche y levadura) rusos en Washington, sin que te pongan en la lista de vigilancia del FBI”, dice Konstantin von Eggert, un comentarista político del canal de televisión independiente ruso TV Dozhd.
“Hasta cierto punto tenemos una situación paradójica en la que el liderazgo ruso realmente no puede hablar con el liderazgo estadounidense porque cada paso que los estadounidenses dan es revisado con microscopio por la oposición demócrata, por la prensa, y -seamos francos- por serios elementos de la burocracia estatal. Es una situación en la que hay que tener cuidado con lo que se desea (lograr)”, señala von Eggert.
Algunos analistas dicen que cualquier paso hacia la cooperación posiblemente estará limitado a la retórica.
“Actualmente no vemos ni una agenda concreta, ni metas concretas para ambos líderes, ni siguiera la voluntad para implementar esas metas” dice Kolesnikov. “Putin parece esperar que Trump haga algo, mientras Trump no logra superar sus propios problemas dentro de su país. No sabe qué actitud tomar con Putin. No hay objetivo, ni voluntad, ni progreso”, indica el analista.
Trump necesita ser firme en el apoyo a Ucrania y en el conflicto en Siria, afirma Thoburn, porque el Kremlim trata de aprovecharse cuando ve debilidad.
“Por ello, yo advertiría al Presidente que vaya con un firme sentido de lo que quiere en Siria, cuáles son las líneas rojas, qué acciones no serán toleradas por Estados Unidos”, señala.
“Trump envió una fuerte señal cuando bombarderos de EE.UU. atacaron a la fuerza aérea de Siria por su presunto uso de armas químicas”, agrega Thoburn.
Independientemente del resultado, el encuentro bilateral es un triunfo para el Kremlim, destaca Kolesnikov.
Si no resulta bien, Rusia culpará a EE.UUl., y si sale bien, Putin se atribuirá el crédito.
Aparte de los tuits de Trump, los observadores estarán atentos a pistas visuales de la reunión con Putin. Se ha puesto mucha atención en los apretones de mano del mandatario estadounidense y en la forma como otros líderes responden. }
Trump y Putin son conocidos por proyectar una fuerte imagen física dice Sestanovich, pero destaca que al ser Putin (1’70 cm) un poquito más pequeño que Trump (1’88 cm) hay que observar cuán incómodo el líder ruso pueda estar.
“Putin ha estado mucho más cómodo con líderes estadounidenses más pequeños que él y más incómodo con los más altos”, dice el experto.