Por José Carlos García Fajardo
Esto no significa que ignoremos el peso de los ocho millones de votantes que respaldan a ese partido sumido en el escándalo y en la corrupción de muchos de sus dirigentes. En un Gobierno de concertación nacional deberían ocupar algunos puestos, así como otros miembros de los partidos con más representantes en Las Cortes. Pero Rajoy está contaminado porque durante todo ese período de bánksters y de comisionistas que trapicheaban con dirigentes del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy ocupaba puestos de la máxima responsabilidad, como ministro de diferentes carteras y en el propio organigrama del partido.
No puede alegar que no sabía nada, que él no se manchó las manos, ni que no le informaba el anterior tesorero del PP, Alvaro Lapuerta, ahora incapacitado para declarar por demencia senil.
Pero no eran dementes reconocidos ninguno de los dirigentes y miembros del partido que entonces tenían que conocer cómo se financiaban actividades públicas del PP así como las comisiones recibidas a costa de adjudicaciones a empresas que pagaban ese 3% que se repartían entre Bárcenas y el cabecilla de la Gürtel. Ya no cabe alegar sólo “culpa in vigilando” porque era manifiesto el sistema de financiación mafioso. “Las cosas funcionaban así en todos los partidos”, se atrevió a declarar una alta personalidad del PP.
Por todo esto, Rajoy y sus conmilitones, no podrán formar parte de un nuevo Gobierno de España. Indignan su soberbia, su descaro, su codicia y su desprecio de los ciudadanos. Los votos no pueden cubrirlo todo porque la Justicia está por encima del número y de las legislaciones injustas. También el Gulag, Auschwitz, Treblinka, Dachau, el Apartheid, las castas en India, la esclavitud y segregación en Estados Unidos, las colonizaciones más espantosas en decenas de países de África y de Asia eran legales.
Por todo ello y por la información más escalofriante que a diario transmiten los medios de comunicación sobre la corrupción confesa y perpetrada y por el inadmisible argumento de Cospedal que declara sin inmutarse “todo eso sucedió hace mucho tiempo”.
Como a los antiguos virreyes y cargos de gran responsabilidad que se les sometía a un severo Juicio de residencia, al dejar sus cargos, ahora es menester oponernos a aceptar el olvido, el borrón y cuenta nueva, de los responsables de tanta corrupción y desenfreno que sangró a cientos de miles de ciudadanos inocentes que han padecido el saqueó del Erario público.
En un caso de emergencia nacional, como para millones de ciudadanos es el actual, el Jefe del Estado dispone de poderes para convocar a una persona del mayor prestigio para que forme un Gobierno capaz de enderezar esta trayectoria infame. Que preparen una auténtica y pactada reforma constitucional con el parecer de partidos, estamentos y asociaciones para ser sometida en referéndum a toda la ciudadanía.
Y si la solución para algunos problemas de identidad y de relación de comunidades históricas con el Gobierno del Estado, deben de estar abiertas todas las posibilidades refrendadas por la nueva Constitución. Entre ellas, por qué no, la instauración de una República democrática, federal, social y no confesional. Sistemas políticos federales como en Suiza, Alemania, EEUU, y otros países que supieron integrar la diversidad en la unidad y no en uniformidades obsoletas y antidemocráticas.
No caben componendas. Tanto el PP como Podemos son responsables con su negativa a abstenerse en la investidura del gobierno de Pedro Sánchez, algo que ahora pretenden imponer a un Partido de trayectoria secular, como es el PSOE, para facilitar la frágil y peligrosa investidura de un gobierno del PP. Sobre todo, bajo la férula de un presidente sospechoso de indignidad en el ejercicio de sus funciones en diferentes gobiernos y en las ejecutivas del Partido. Un hombre que todo lo ha fiado a dejarse corromper las instituciones “que ya las arreglaremos cuando gobernemos”.
Un hombre atrabiliario e incapaz de resolver los graves problemas de España con unas cámaras tan confusas y desorientadas que han dado paso a situaciones demagógicas y seudo revolucionarias, fascistoides o separatistas por la brava. Fijémonos en el Senado, presidido por Pío García Escudero encausado en el juicio por corrupción de la Gürtel que estos días conmociona a un país que no se merece semejante trato.
A no ser que decida vestirse de colorado, como sucedió al Duque de Lerma, valido de Felipe III, que “para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se vistió de colorado”, o sea con el birrete y la púrpura cardenalicia. Pero los ciudadanos de este país ya están bien informados y preparados para meter el hacha a la raíz y conseguir entre todos el mayor bien posible en un régimen democrático y social de justicia y de libertades.