La prestigiosa revista Time ha declarado al Presidente Electo Donald J. Trump como el personaje del año. Sin duda alguna, la designación es acertada debido al sorprendente ascenso político de Trump – contra todos los pronósticos – hacia la conquista de la Casa Blanca.
A un mes del sorpresivo triunfo de Trump en las elecciones presidenciales, el mundo entero aguarda con escepticismo la habilidad política del magnate para dirigir a la nación más poderosa del mundo, sobre todo cuando el país está más dividido que nunca y existen movimientos ciudadanos que se oponen al resultado electoral y buscaran a toda costa que Trump no ponga en peligro la democracia y estabilidad del país debido a su carácter y los conflictos de interés que existen con respecto a sus inversiones globales.
Con respecto a sus inversiones en el mundo, Trump enfrenta una tediosa confrontación con sectores que le exigen a que renuncie completamente a sus empresas. Pero aún, si renuncia, y traspasa su imperio comercial a sus hijos, ¿cómo se puede saber con certeza que como Presidente no influirá en beneficiar la compañía de sus hijos con naciones que dependen de las políticas públicas del país? Sin duda que este será un tópico político durante su administración que será observado con mucho detalle y perseguido para evitar corrupción.
La debilidad de carácter del Presidente Electo ha sido demostrada ya con su persistente postura de usar twitter para atacar a quien no está de acuerdo con él, como el caso del líder sindical de Carrier quien desmintió el inflado número de empleos que la compañía mantendría en el país y mentir constantemente en sus tuits como lo hizo esta semana aduciendo que más de dos millones de personas votaron ilegalmente y debido a ello es que ha perdido el voto popular de la elección. Diplomáticamente, Trump ha roto protocolo al hacer llamadas telefónicas a mandatarios del mundo, especialmente con la Presidente de Taiwán, creando así su primer conflicto diplomático con China, el aliado comercial más importante del país. Pero ese es Trump siendo Trump, así lo demostró durante la campaña política y esa será la manera como debemos acostumbrarnos a verlo conducir el país en los próximos cuatro años.
Ser elegido como el personaje del año hace de Trump un merecido galardonado, su triunfo presidencial ha sido un logro extraordinario, porque no solo derrotó a Hillary Clinton y su gigantesca maquinaria electoral, derrotó también al partido republicano que no lo apoyó y a los medios de comunicación que lo atacaron sin tregua. Por eso, Trump merece reconocimiento.
Ser el personaje del año no significa que Trump es amado o respetado por la nación o que las heridas de su nefasta retórica política han sido sanadas. Aun cuando ha bajado el tono con respecto a la deportación de los soñadores y personas indocumentadas sin precedentes criminales, la errática conducta del Presidente Electo debe ser una alerta nacional para convertir a los ciudadanos en vigilantes de la democracia estadounidense, porque el país que amamos estará en las manos de una persona que no es apta políticamente para conducir el país, una persona peligrosa de carácter, propensa a la mentira y corrupción.