“Mi diversión se convirtió rápidamente en horror”, asegura Henry Williams, un escritor y redactor profesional que probó el popular chatbot que no deja de sorprender
Henry Williams, un redactor profesional, quiso comprobar las habilidades creativas del nuevo chatbot de inteligencia artificial (IA) ChatGPT, la popular herramienta generadora de textos que ha despertado preocupación en varios círculos educativos.
Según narra en un artículo de opinión para el diario The Guardian, luego de que Williams pidiera al programa que creara un texto sobre un tema específico de ‘marketing’, quedó sorprendido. Pese a que la estructura del escrito era simple y con un “tono inhumano”, su sintaxis y gramática eran “acertadas”, detalló. Tuvo que retocar un poco el trabajo, pero, en términos generales, catalogó de “impresionante” lo que el chatbot había logrado en cuestión de segundos.
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“Mi diversión se convirtió rápidamente en horror: ChatGPT había tardado unos 30 segundos en crear gratis un artículo por el que yo había cobrado 500 libras [un poco más de 600 dólares]”, afirmó. “Estoy bastante seguro de que la inteligencia artificial me va a quitar el trabajo”, confiesa.
Los redactores y editores seguirán siendo necesarios
El ‘software’ no es perfecto, pero a medida que siga siendo entrenado mejorará sus estilos de escritura y ampliará sus capacidades. Bajo esta premisa, el columnista cree que ChatGPT y demás análogos se convertirán en una opción cada vez más atractiva para muchas empresas, si de reducir costes y mejorar sus resultados se trata. Los redactores y editores seguirán siendo necesarios, pero en menor cantidad.
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“Un humano le pedirá a la IA que genere montañas de textos, y sólo volverá a intervenir para comprobar los hechos, corregirlos y aprobarlos”, comenta.
De cualquier modo, Williams no descarta el “peligro” de que tales tecnologías superen las capacidades humanas y las personan se hagan innecesarias más rápido de lo que un trabajador pueda mejorar o redefinir sus funciones. “Son muchas las personas que tendrán que mejorar sus cualificaciones, reciclarse o abandonar el mercado laboral”, añade.
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“Lejos de los robots tiránicos y las baterías humanas de la ciencia ficción, el verdadero problema al que podríamos tener que enfrentarnos es una epidemia de falta de propósito. Incluso cuando no va unida a la privación, la falta de propósito puede contribuir a la depresión, la ansiedad y la adicción”, advierte el redactor.