Nuevas observaciones realizadas con el telescopio James Webb sugieren la presencia de partículas de sílice cristalino (SiO2) en la atmósfera del planeta identificado como WASP-17 b
Este planeta extrasolar fue descubierto en 2009 mientras orbitaba cerca de su estrella anfitriona, una supergigante amarilla identificada como WASP-17, mediante el método de tránsito. Se tiene documentado que el WASP-17 b tiene un volumen aproximadamente siete veces superior al de Júpiter, aunque posee casi la mitad de la masa del gigante gaseoso. Además, es considerado como uno de los exoplanetas más grandes e “hinchados” conocidos hasta el momento.
Según los científicos, debido a que este cuerpo celeste tarda alrededor de 3,7 días en orbitar su estrella, es un gran objetivo para la espectroscopia de transmisión. Este método consiste en medir las longitudes de onda de la luz emitida por una estrella, que son bloqueadas por determinadas moléculas atmosféricas.
Descubriendo los cristales de cuarzo en las nubes
En un nuevo estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters se confirmó la presencia de partículas de sílice cristalino (SiO2) en la atmósfera de WASP-17 b. La detección de este mineral se logró tras analizar los espectros obtenidos del Instrumento Infrarrojo Medio (MIRI), instalado en el telescopio espacial James Webb.
“Sabíamos por las observaciones del Hubble que debía haber aerosoles (partículas diminutas que forman nubes o neblina) en la atmósfera de WASP-17 b, pero no esperábamos que hubieran hechos de cuarzo”, señaló David Grant, investigador de la Universidad de Bristol ( Reino Unido).
Al igual que Júpiter, el WASP-17 b parecía estar formado de hidrógeno y helio, con pequeñas cantidades de otros gases como vapor de agua y dióxido de carbono. Sin embargo, cuando los especialistas “restaron” el brillo de las longitudes de onda de la luz de la estrella, vieron en los datos del MIRI un “bulto” de 8,6 micrones que indicaba la presencia de los copos de “nieve” sílice.
Estos cristales, que tienen la misma forma de prismas hexagonales puntiagudos que el cuarzo en la Tierra, miden tan solo 10 nanómetros, un tamaño 10.000 veces menor que el ancho de un cabello humano. Los científicos explicaron que estos nanocristales de cuarzo se originan en la atmósfera de WASP-17 b, a diferencia de las partículas minerales que están en las nubes de nuestro planeta, que son arrastradas hasta allí desde una superficie rocosa.
Grant contó que los cristales se forman “en lo alto de la atmósfera” del exoplaneta debido a su extrema temperatura, que alcanza los 1.500 grados centígrados, así como por su baja presión, que es una milésima parte de la que se experimenta en la Tierra. “En estas condiciones, los cristales sólidos se pueden formar directamente a partir del gas, sin pasar primero por una fase líquida”, precisó.
Por otro lado, la profesora Nikole Lewis afirmó que “determinar exactamente cuánto cuarzo hay y qué tan penetrantes son las nubes” es una tarea complicada. No obstante, subrayó que el equipo científico tiene previsto calcular la cantidad de estos nanocristales combinando las “observaciones del WASP-17b con otras observaciones del sistema” provenientes de James Webb.