LA JORNADA

Año nueo, esperanza nueva

“Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres”, Rabindranath Tagore.

Esta semana se cumplieron 58 años de la entrada triunfal en La Habana del diablo encarnado de Birán y su abigarrada tropa de gente ignorante de los verdaderos designios de su falso líder. La mayoría de aquellos jóvenes habían luchado por hacer realidad el sueño martiano de una Cuba libre, soberana, próspera y justa. Se proponían erradicar de nuestra vida nacional todo vestigio de políticos ladrones, policías represores, dictadores domésticos y mandamases foráneos. Sin embargo, no sólo recibieron más de lo mismo sino multiplicado en progresión geométrica. Su aparentemente idealista Mesías resultó ser un maestro del engaño y de la mentira que violó sus promesas de democracia y condujo a Cuba a la noche oscura de su más alucinante tiranía.

Ahora bien, la noche ha tenido sus momentos luminosos en el coraje y la inmolación de los mejores hijos de Cuba. Desde un principio, parte de la juventud combatió en las montañas y conspiró en las ciudades contra la nueva forma de totalitarismo solapado. Otros salieron al exilio para organizar el rescate con las armas en la mano de los principios por los que se había luchado a través de invasiones desde el exterior, la más numerosa la traicionada invasión de Bahía de Cochinos.

Andando el tiempo, la lucha cambio de táctica y los primeros actores fueron sustituidos por miembros de las siguientes generaciones. Pero ni las armas ni la oposición activa no violenta lograron derrotar a unos tiranos que se han aferrado al poder aplicando el más despiadado terror de estado. A pesar de miles de muertos y de presos, así como de millones de exiliados la noche cubana parece no tener fin a la vista. Para muchos de sus hijos, tanto dentro como fuera de su territorio, la patria es hoy un páramo de desolación y de desesperanza.

Afortunadamente ese no es el caso de quienes mantenemos una esperanza que tiene como inspiración y motivación el poder absoluto de nuestro Creador. Quienes sabemos que Dios nos somete a veces a pruebas rigorosas para fortalecer nuestro carácter y hacernos mejores seres humanos. En concordancia con el libre albedrío que nos otorga nos deja equivocarnos para que aprendamos del error. Pero en ningún momento nos abandona porque su justicia jamás entra en conflicto con su compasión.

Por otra parte, los cubanos no somos el único pueblo abandonado a una suerte tan horrenda. La historia sagrada nos relata situaciones peores que la nuestra, aún antes de que el Padre nos enviara a su Hijo para darnos una vía directa a la salvación eterna. Tan pronto como Abraham tuvo un hijo, su descendencia se vio forzada a vivir en tierras ajenas, como Egipto y Canaan. Cuatrocientos años sufrieron exilio los israelitas como castigo por sus pecados contra Dios. Cuarenta años deambularon en el desierto antes de regresar a la Tierra Prometida. Y aún después del regreso sufrieron cautiverio en Babilonia durante el período comprendido entre el año 586 y el 537a. C. como consecuencia de la toma de Jerusalén y la destrucción del templo por Nabucodonosor II.

Como parte de la tradición y la cultura judío cristianas los cubanos creyentes tenemos razones más que suficientes para la esperanza. Ella es una de las tres virtudes teologales. Específicamente, es la virtud teologal por la cual deseamos a Dios como Bien Supremo y confiamos firmemente alcanzar la felicidad eterna y los medios para ello. De hecho, según los teólogos, fe, esperanza y caridad fueron infundidos por Dios en nuestra alma el día de nuestro bautismo.

A los incrédulos les digo que la esperanza a la que me refiero no tiene relación alguna con la ilusión o el optimismo. Mi esperanza está basada en la fe mientras que la ilusión tiene por base la ingenuidad y el optimismo la incapacidad de reconocer la realidad. Además, hace ya mucho tiempo que dejé atrás la ingenuidad y la realidad que indica que la tiranía castrista tiene los días contados es negada únicamente por quienes se benefician de ella o por los ideólogos que crean su propia realidad virtual.

Mientras los cubanos no perdamos la esperanza no seremos derrotados por nuestros tiranos. Sin ella la vida pierde sentido y razón de ser. Ella tiene que ser la fuerza que nos motive a crear un futuro mejor que el horrible presente en el que vive nuestro desdichado pueblo. Y mejorar ese presente para las generaciones futuras debe ser un mandato ineludible para todo cubano que se respete a sí mismo. Martí dijo: “Los niños son la esperanza del mundo”. Yo completo la frase diciendo los niños son la esperanza de Cuba. Esa esperanza llegará en este 2017.

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