LA JORNADA

Deporte que enriquece la vida universitaria

Por Carlos Miguélez Monroy
No llamaría la atención decir que once españoles destacan en el fútbol de Estados Unidos si se tratara de futbolistas profesionales. Pero cambia el panorama cuando se trata de jóvenes que reciben una beca para jugar en el equipo de la universidad, a un nivel semi-profesional, mientras completan sus cuatro años de licenciatura.

Sólo Reino Unido, Alemania, Brasil y Canadá aportan más deportistas al fútbol universitario en Estados Unidos, según AGM Sports, empresa española que tramita becas deportivas para jóvenes que quieren estudiar en la universidad. No sólo ofrecen sus servicios a futbolistas, sino a deportistas, hombres y mujeres, de muchos otros deportes que se practican en muchas universidades de Estados Unidos.

También la empresa Fleed International Student Network se dedica a conseguir becas para deportistas de otros países, aunque también para estudiantes con otros perfiles que pueden acceder a otras becas y ayudas. Nació en España de la necesidad de abrir a miles de jóvenes puertas que se han cerrado a raíz de la crisis económica, y de facilitar el proceso de obtener una experiencia internacional como las que ofrece Estados Unidos, sobre todo cuando se combina con algún deporte.

Más que un pasatiempo, representa una forma de entender y de vivir la vida. Una experiencia deportiva universitaria amplía círculos de amistades, puede generar vínculos profesionales y crear oportunidades de trabajo para el futuro, y permite enriquecerse en su formación académica. Se vive el deporte como disciplina, como complemento al estudio y a la apertura del mundo intelectual con los libros y nuevos profesores, como elemento integrador, como semillero de valores que resultan útiles para el resto de la vida: compañerismo, trabajo en equipo, esfuerzo y sacrificio. La búsqueda de la perfección y la alta competitividad han hecho del deporte universitario en Estados Unidos un espectáculo que llega a superar al deporte profesional.

La victoria de la Universidad de Indiana sobre la selección sub-20 de México en más de una ocasión deja ver la poca distancia que existe entre deporte universitario y deporte profesional. La última vez ocurrió tan sólo hace unos meses.

Aunque sólo decenas de miles que lo intentan cada año consiguen alcanzar el nivel profesional, esa experiencia puede abrir otras puertas. Muchos deportistas se convierten en entrenadores al estudiar educación física o gestión del deporte, en representantes de deportistas profesionales al llevar su carrera de marketing a una especialización en el deporte, en emprendedores y gente de negocios vinculados al mundo del deporte.

Algunos departamentos de recursos humanos valoran en un Currículum experiencias como las que vive un deportista universitario por lo que implica entrenar cinco o seis veces por semana mientras se preparan clases y exámenes. Un deportista de estas características aprende a respetar a su entrenador aunque pueda no estar de acuerdo con él, a competir por un puesto de forma leal con los compañeros de equipo, con un objetivo común: hacer mejor al equipo por encima de las individualidades.

Echar un vistazo en la página web de los principales equipos universitarios de fútbol permite darse cuenta del componente intercultural que puede aportar el deporte, sobre todo en tiempos de exaltación de la “patria” y de un obsoleto concepto de “nación”. Japoneses, mexicanos, sudafricanos y brasileños han compartido vestuario con jóvenes de un pueblo de 20.000 habitantes en Indiana o en Ohio, o en ciudades como Los Ángeles o Nueva York. Combinada con la constancia, la disciplina, las inversiones en infraestructuras y en formación, y la apuesta por el deporte, esta interculturalidad ha contribuido al progreso que ha vivido el fútbol norteamericano, cuando no hace muchos años despertaban sólo simpatía en sus rivales mientras que ahora es respeto y admiración.

Las inversiones que ha hecho Estados Unidos en deporte universitario están al alcance de pocos países. Pero también se pueden destinar fondos públicos o buscar el apoyo de fundaciones privadas para poner en marcha programas que se basen en el mismo principio y que se adapten a la realidad de otros países, donde se puede fomentar el deporte de alto nivel sin necesidad de que los jóvenes sacrifiquen sus estudios. Semejantes experiencias pueden incluso enriquecer la dimensión artística e intelectual de un ser humano.

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