Por Herminio Otero Martínez
Los 2.660 millones de personas que vivían en la Tierra en 1950 se transformaron en 5.200 millones en 1990 y llegaron a ser 6.600 en 2008. En el año 2050 se prevé que habrá cerca de 10.000 millones, de los cuales más de 2.400 millones serán menores de 18 años.
Este aumento de la población se debe, entre otras causas, a la mejor situación de la infancia. Los niños que nacen hoy podrán disfrutar de grandes oportunidades que no estaban disponibles hace años. Pero no todos tienen la misma oportunidad de crecer sanos e instruidos. La pobreza frena el acceso de millones de niños a nuevas oportunidades y a la educación y los expone a situaciones de abuso y de violencia, a la explotación laboral y a la discriminación.
Se calcula que en el mundo viven 2.200 millones de niños y niñas. 1.900 millones viven en países en desarrollo y, de estos, 1.000 millones viven en la pobreza, 600 millones de los cuales están en la pobreza extrema.
El 10% de los niños que viven en países en desarrollo mueren antes de cumplir los 5 años. La mayoría de las muertes se deben a la desnutrición crónica. Con ocasión del 25 aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la ONU UNICEF realizó en 2015 un informe sobre el Estado Mundial de la Infancia titulado Reimaginar el futuro: Innovación para todos los niños y niñas.
La Convención de 1989 reconocía a los niños como personas con derechos que se deben respetar del mismo modo que los derechos de los adultos. ¿Ha servido para algo? Sí, sin duda. Durante estos 25 años millones de niños se han beneficiado de los avances logrados, sobre todo cuando los gobiernos, las empresas y las comunidades han aportado dinero y energía para cumplir con sus obligaciones. Cientos de millones de niños se han salvado y han mejorado sus vidas debido al aumento de la supervivencia infantil, la mejora de la educación o el mayor acceso al agua potable. En esos ámbitos esenciales los avances han sido profundos. Sin embargo, todavía demasiados niños no pueden hacer frente a su futuro o ven su potencial frustrado al no haberse resuelto todavía sus necesidades ni haberse materializado sus derechos.
El informe nos aporta algunos datos que confirman que la seguridad de la que puede disfrutar un niño cuando llega a este mundo sigue estando sujeta al lugar donde nace y a la situación de su familia. Esta desigualdad se prolonga a durante toda su infancia y más allá de ella.
El informe hace explícito el llamamiento de UNICEF en favor de la innovación para la equidad y propone una reflexión audaz y original para hacer frente a los viejos problemas que todavía afectan a los niños más desfavorecidos del mundo.
Según los datos publicados en 2015 por Eurostat, uno de cada tres niños españoles vive en situación de pobreza y uno de cada diez vive por debajo del umbral de la pobreza de forma crónica. Esta situación se ha acentuado con la crisis económica.
Lo grave es que la probabilidad de permanecer en la situación de pobreza es mayor entre la población infantil que entre la adulta con el peligro de convertirse en un problema crónico. El riesgo de pobreza infantil aumenta de forma lineal a medida que aumentan los años. Y los grupos con mayor riesgo de sufrir esta lacra son los hijos de origen inmigrante, las familias numerosas o aquellos menores que viven en un hogar con ambos progenitores en paro.
La incidencia de la pobreza es del 16% en los hogares sin menores, del 28% en los hogares con menores, del 42% en las familias monoparentales y del 44% en las familias numerosas. Se considera pobreza severa cuando, por ejemplo, dos hermanos viven con ambos padres y los ingresos no superan los 630 euros mensuales.
El sordo grito de la infancia puede estar amordazado por otras realidades como el trabajo infantil. El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), basado en los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lucha por alcanzar la abolición efectiva del trabajo infantil, pero hasta hace diez años cerca de 250 millones de niños trabajaban en el mundo y más de 150 millones lo hacían en condiciones peligrosas. Unido a esta situación, cada año más de 1 millón de estos niños son víctimas de tráfico humano.
El número global de niños trabajadores en el mundo ha disminuido notablemente: actualmente hay todavía 168 millones de niños trabajadores, de los que 85 millones realizan trabajos peligrosos. Más de la mitad de estos niños están expuestos a las peores formas de trabajo infantil, como trabajo en ambientes peligrosos, esclavitud y otras formas de trabajo forzoso, a veces en actividades ilícitas que incluyen el tráfico de drogas, la prostitución o la pornografía infantil, así como su participación involuntaria en los conflictos armados.