I
Por José Fortique
Los episodios hiperinflacionarios son una pesadilla para los ciudadanos. En la historia del siglo XX, se registran casos absurdos como el de Zimbabue, que constituye un icono de la esquizofrenia económica. La variación de los precios en horas y, la emisión de billetes con números superiores al trillón, es surrealismo puro. Es inteligible que países en guerra experimenten la destrucción económica (Ej. La Alemania del Siglo XX). Pero cuando este fenómeno ocurre en Estados sin conflictos armados, colapsos naturales o perdida ipso facto de sus ingresos, es necesario analizar la política interna.
El fantasma inflacionario acecha en diferentes latitudes. En Suramérica, Venezuela renunció durante los dos últimos años, a presentar los datos actualizados de su economía. Los pronósticos de los organismos multilaterales como la CEPAL o el Banco Mundial, dan por descontado que la recesión continuará. Para varios analistas, el gobierno de Maduro entró en una etapa de hiperinflación. El segundo país con mayor inflación en la región es Argentina, con un porcentaje significativamente menor que el de Venezuela.
Los problemas económicos de Venezuela no son una novedad. Es la expresión de una economía periférica soportada en el extractivismo, pero diferente en su contexto socio-histórico a Zimbabue. En esa república africana, nacida en el año 1980, el fin de la guerra de independencia no borró las secuelas del segregacionismo blanco. Adicional, Zimbabue se abrió a las recetas del FMI en los años 90, que aceleraron las dificultades económicas y el ensanchamiento de la pobreza. El gobierno de Zimbabue batalló para revertir las relaciones coloniales sobre la propiedad. No obstante, la improvisación económica y la corrupción convirtieron al gobierno de Robert Mugabe, en el artífice de una atípica hiperinflación en la historia moderna.
La ruta de Venezuela a la explosión inflacionaria es distinta. Suman casi dos décadas desde el divorcio con el FMI, que se convirtió en el blanco de la retórica antiimperialista de Hugo Chávez y, abrió paso a un nuevo mapa de las relaciones geopolíticas. Sin recetas neoliberales, Venezuela transitó durante este período por un modelo ideológico denominado “Socialismo del Siglo XXI”. Los lectores desprevenidos, pudieran ser engañados fácilmente por la propaganda, que lo señala como una continuación del socialismo soviético o el modelo cubano. Paradójicamente, el Socialismo del Siglo XXI está alimentado por el capitalismo rentístico y, sus componentes ideológicos son difusos.
A partir del año 1999, la hegemonía política venezolana se reorganizó, sobre la base de una alianza cívico – militar, que liquidó al bipartidismo de la cuarta república. El reparto de una porción de la renta petrolera hizo la diferencia, en una nación depauperada por las privatizaciones y el achicamiento del Estado. Chávez le devolvió a Venezuela, el control sobre sus recursos naturales, abriendo nuevos mercados para su petróleo e implementando una política exterior autónoma; sin el tutelaje de los EEUU. El talón de Aquiles de esas reformas, es la dependencia del modelo rentístico y, la atrofia de un aparato burocrático altamente corrompido, que impidió la transformación sistémica del país.
II
El chavismo como fuerza política sobrevivió a la muerte del híper-líder. Alcanzó sin traumas la transición bajo el liderazgo testamentario de Maduro, a pesar de la ajustada victoria en la elección presidencial del año 2013. El PSUV no ha necesitado de grandes purgas, ni tampoco del exilio. Los disidentes de la izquierda no tienen una plataforma alternativa que sea viable desde lo electoral, para hacer frente al chavismo oficial, reduciéndose a un grupo de personalidades o movimientos de cuadros; proscritos en los círculos oficiales donde toda la crítica huele a traición.
Maduro proviene de las filas del sindicalismo, pero su gobierno es una amalgama de factores militares, empresariales, movimientos sociales y sindicales. La toma de decisión se hacen por cooptación, en una dirección vertical donde se fusiona el partido con el gobierno; en varios entornos es invisible la frontera entre el gobierno, el partido e incluso el Estado. Un vistazo al gabinete, las gobernaciones y las alcaldías en manos del PSUV, permite comprender la distribución heterogénea del poder, donde el reciclaje de los dirigentes es permanente, prescindiendo de grandes cambios.
La caída más significativa dentro del PSUV es la de Rafael Ramírez, quien acompañara la política petrolera del presidente Chávez y, relegado por Nicolás Maduro al servicio exterior, hasta su renuncia. La campaña anticorrupción del Fiscal nombrado por la Asamblea Nacional Constituyente, ha revelado una trama mafiosa dentro de PDVSA, que data de la gestión de Ramírez. No obstante, las detenciones no han frenado los problemas de la empresa, que acumula una serie de dificultades operativas exteriorizadas en la caída de la producción, según los datos suministrados por la OPEP sobre el año 2017.
Los problemas económicos de Venezuela están atravesados por la dinámica de la industria petrolera. La diplomacia venezolana es bastante activa dentro de la OPEP. Después de la caída de los precios en el año 2015, buscó concertar medidas para evitar el exceso en la oferta. Este revés en los precios, impactó a la industria energética en escala mundial, generando un desequilibrio fiscal profundo en los exportadores. La intensa guerra de precios contra los productores de esquisto cesó finalmente con la clásica estrategia de los recortes, para procurar la estabilización del sector.
La intermitencia en los precios del crudo, representa un desafío para la planificación de los países exportadores. Los datos del período de Hugo Chávez muestran una tendencia positiva del crecimiento, con dos excepciones: el paro petrolero de 2002, que hundió la economía durante dos años consecutivos y la recesión de 2009/2010, consecuencia de la caída en los precios del petróleo, en medio de la recesión mundial (bancarrota de Lehman Brothers). En el ciclo de Chávez la inflación se mantuvo debajo del 40% anual, estimada en los reportes del BCV. Es una ficción la tesis de los analistas conservadores, que presentan una Venezuela próspera en los 90 y destruida por Hugo Chávez. La crisis de los 90, generó una aguda contracción económica, una inflación superior al 100% y el aumento en el nivel de la pobreza extrema.
La dependencia petrolera de Venezuela pesa en su desarrollo. Sin embargo, la caída acelerada del PIB desde el año 2013, no puede relacionarse exclusivamente con la variación de los precios. El año 2016 fue el más espinoso para el sector, debido a la ralentización de la economía mundial y, el exceso de oferta por parte de la OPEP y los productores no convencionales. El promedio de la cesta OPEP, sufrió variaciones durante el 2013 / 105,87$; el 2014 / 96,29$ y el 2015/ 54,06$, manteniendo una tendencia al declive con cifras lejanas a los 7,57$ por barril del año 1999.
III
Los intelectuales del entorno de Nicolás Maduro, han introducido al debate, algunas categorías como “inflación inducida” o “guerra económica”. Desde el relato oficial, todo se inscribe en una estrategia de los EEUU para derrocar al gobierno venezolano, utilizando herramientas como la fijación de un tipo cambio volátil (Dólar Today), el bloqueo financiero y la calificación de riesgo en default por parte de las agencias internacionales, e incluso a quienes afirman que Estados Unidos permitió el Fracking para desestabilizar a Maduro. Estos investigadores son expertos en el diagnóstico de la “guerra económica”, pero acumulan cinco años de decepcionantes respuestas al problema que patentaron.
Conviene subrayar, que la posición de las calificadoras de riesgo no es extraña. Desde el año 2003 se comenzó a reducir las notas del país, sin síntomas reales que expresaran la incapacidad de pago. El presidente Chávez convivió con una buena parte de los problemas argumentados: marcador del dólar paralelo, calificaciones de riesgo, presión política externa e interna que generó un golpe de Estado, paro empresarial entre otros. Un ejemplo claro fue la Ley contra Ilícitos Cambiarios de 2010 que buscaba penalizar la comercialización ilegal de las divisas, en ese momento un dólar se cotizaba en 2,60 y 4,30 bolívares en el mercado oficial y en el paralelo de 10 a 12 bolívares.
Es incoherente la teoría de la conspiración que presenta como una primicia el ataque político y económico contra el país. ¿Qué cambió en Venezuela?, sería irresponsable afirmar que la inflación apareció súbitamente desde el gobierno de Maduro. Lo excepcional desde el año 2013, son los porcentajes esquizofrénicos en las variables económicas sin la paralización de PDVSA o la destrucción de una guerra civil. En el escenario más adverso para Chávez, el PIB retrocedió -8,9 y -7,8 causada po una razón de fuerza mayor: el paro petrolero de 2002. El número de ministros que han pasado por la cartera de economía y finanzas en el gobierno de Maduro, expone la seria dificultad que atraviesa el país para encontrar una salida sensata.
La proyección de los organismos multilaterales para 2018 es desalentadora. El gobierno tampoco muestra sus metas de crecimiento ni inflación en el presupuesto ¿Cómo planifica?. Más allá de los aspectos técnicos, los desajustes económicos tienen un impacto regresivo en lo social. La inflación pulverizó el salario de los trabajadores venezolano, reduciendo su capacidad de subsistencia a niveles alarmantes. Precisamente, la ausencia de reportes estadísticos es una extraña manera de evadir la realidad, impidiendo la evaluación de las medidas tomadas por el gobierno para revertir la crisis. En el caso de Zimbabue, su Banco Central también renunció a la emisión de estadísticas hasta la dolarización de la economía.
En el seno de la OPEP, Venezuela y Guinea Ecuatorial son los dos países con mayor contracción, un ejemplo de economías no diversificadas. A pesar de ello, el gobierno de Obiang mantiene una tasa de inflación ínfima frente a la de Maduro. En el otro extremo Irán, enfrenta dificultades para contener los precios, a pesar del crecimiento y la recuperación de la economía, no obstante, sus niveles también son bajos en comparación a los de Venezuela. Es importante apuntar que, el gobierno Iraní ha batallado contra los efectos de las sanciones impuestas por las potencias occidentales, dirigidas contras las exportaciones petroleras y el bloqueo de sus finanzas.
Venezuela sufre del síndrome de abstinencia, al no obtener nuevas líneas de crédito ni atenuar la reducción del flujo de divisas. Si bien, el gobierno has ejecutado el pago puntual del servicio de la deuda, en el fondo la meta es emitir nueva deuda, en un círculo pernicioso de dependencia que no ha logrado el desarrollo del país. A diferencia de otros países petroleros que establecieron fondos anticrisis, Venezuela no aprovechó la ola de los precios altos en los commodities. Cabe preguntar ¿Cuál es el impacto social de la deuda? Y ¿Por qué la reestructuración no se planeó con anterioridad?
El gobierno de Maduro sigue apelando a los recursos naturales como soporte vital. Desarrolló un mega plan minero con la intención de atraer a empresas transnacionales. Inclusive, emitirá una criptomoneda con respaldo en la reservas de la Faja Petrolífera del Orinoco, para evadir el argüido bloqueo financiero. No obstante, las sanciones que impiden negociar la emisión de nueva deuda a través de los bonos de PDVSA o la República por parte de los Estados Unidos, fueron promulgadas en 2017. Esto implica que las empresas estadounidenses siguen habilitadas para comprar el petróleo venezolano y, a excepción de la medida unilateral de Citibank en 2016, las retaliaciones económica no son similares al bloqueo contra Cuba o Irán.
La falta de liquidez es una angustia para el gobierno de Maduro. Las visitas a Pekín no lograron reabrir el grifo para el financiamiento. El gobierno remató parte de su deuda con los verdugos financieros de Walt Street (Goldman Sachs). El apremio no termina allí, en 2017 el BCV no renovó un swap con el Deutsche Bank por 90 toneladas de oro, buscando un respiro. El pago de la deuda implica menos importaciones en una economía cuyo aparato productivo depende del mercado internacional. En este punto, la complejidad de la política venezolana es evidente ¿Cómo se sostiene el gobierno con una crisis tan grave?
IV
La hiperinflación no derrocó a Robert Mugabe en Zimbabue, fue la guerra por la sucesión dentro de su partido, la que provocó el cambio de gobierno en días recientes. Esto confirma, que la economía no es un campo aislado que determine el todo en forma mecánica. Los cinco años de recesión, no han impedido que el PSUV, se mantenga como el partido político más grande de Venezuela. Es una organización con una alta capacidad de movilización, que mantiene un registro de la militancia a través de los diferentes programas sociales del gobierno, como la misión vivienda o el reparto de alimentos subsidiados (CLAPS).
La MUD sólo triunfa en las redes sociales y la pantalla chica; es un auténtico mosaico de factores políticos, que apenas comparten estrategias o tácticas comunes y, sostienen una débil alianza con fines electorales. Luego de la inusitada victoria en las elecciones de la Asamblea Nacional en el año 2015, quedaron estancados sin un liderazgo autentico que permitiera cohesionar las diferentes facciones. Así, el fragmento más radical volvió a fracasar en la revolución de colores (guarimbas 2017), que pretendía desmoronar al gobierno con focos dispersos en el país. Esto demuestra que el conflicto social, no siempre se capitaliza en forma automática; la oposición venezolana nunca se ha conectado con los grupos vulnerables.
La tesis sobre la debilidad institucional del gobierno, es errada. Nicolás Maduro es eficiente en la gestión del conflicto con la oposición y, ha aumentado su influencia sobre el resto del Estado. El alto mando de las Fuerzas Armadas cohabita sin rupturas en la gobernanza. Sin embargo, la economía no reacciona del mismo modo a los decretos, leyes y poderes supraconstitucionales, lo que genera que cada acción del gobierno tenga un efecto inverso al anunciado: precios sin límites o escasez generalizada.
La dualidad del conflicto es una característica ilustrativa del proceso venezolano. Un conflicto social con fuerte epicentro en los sectores populares que no ven satisfechas sus necesidades básicas y, el conflicto de las élites por la gobernabilidad. En los sectores populares base tradicional del chavismo, se han incrementado las protestas por los altos precios en los bienes y productos esenciales (mercado convencional) y, la distribución irregular de los alimentos subsidiados (CLAPS). A diferencia del año 1989, el gobierno evita la represión violenta de los saqueos, que no buscan la toma del poder. Se trata de un tejido sísmico de protestas, que se ha expandido por todo el país y cuyo desenlace es totalmente incierto.
Las consecuencias de la crisis están lejos de ser momentánea. El país entró en las estadísticas de alta migración, con una pérdida importante de profesionales en áreas sensibles para el desarrollo nacional. La precariedad laboral afecta la productividad del país y, los recurrentes ajustes del salario no son suficientes para acceder a la canasta básica alimentaria. La FAO advirtió sobre los riesgos de la escasez de alimentos y las medicinas en Venezuela, reprochando del mismo modo la falta de datos actualizados que permitieran monitorear la situación; es importante recordar que la política de Hugo Chávez le permitió al país, recibir dos reconocimientos de este organismo por sus logros en la reducción de la pobreza y del hambre.
Los venezolanos viven sobre la reserva energética más importante del planeta y, el pago de los servicios de electricidad o combustibles es simbólico, pero la distribución es cada vez más deficitaria con racionamientos recurrentes. Es una escena totalmente distorsionada, donde las políticas económicas terminan caricaturizadas por la dinámica diaria. Del mismo modo, las redes de corrupción terminan disolviendo los controles del Estado, lo que convierte la vida diaria de los venezolanos en una lucha por la sobrevivencia.
En Zimbabue el gobierno terminó por renunciar a su moneda local aceptando la dolarización, luego de acumular 79,6 billones de inflación por mes. El bolívar se mantiene como la moneda en curso, pero la pérdida acelerada de su valor, propicia la insuficiencia del dinero físico y la reventa del billete. Un grueso de las transacciones comerciales, e incluso la prestación de servicios profesionales, se hacen tomando como referencia el dólar. En un país que importa casi todo lo que consume, esto causa estragos en las familias venezolanas que viven del salario oficial y, las deja imposibilitadas de acceder a los bienes, productos y servicios en divisas.
Nicolás Maduro aspira a la reelección en la elección presidencial de 2018, frente a una oposición sin liderazgo y venida a menos en el caudal electoral. El gobierno aprovechará al máximo las circunstancias de sus adversarios, estimulando al electorado con incentivos monetarios y, apelará a la herencia política de Hugo Chávez que moviliza una parte del voto. De momento, la extraña “guerra económica” sigue su curso, sin que burócratas, dirigentes políticos y, empresarios (afines o antípodas al gobierno) reciban una esquirla.