Arabia Saudita, que lidera la coalición beligerante, emplea una táctica de incentivos y amenazas para evitar que la responsabilicen de la catástrofe humanitaria que ocasiona el conflicto, escribe el analista y documentalista Robert Inlakesh para RT
La guerra en Yemen, uno de los países más pobres del mundo árabe, está “peor que nunca”, pero los principales medios de comunicación estadounidenses guardan silencio sobre las atrocidades allí cometidas, denuncia el analista político y documentalista Robert Inlakesh, que colabora desde Londres con medios como Quds News, Press TV y RT en inglés.
Según explica en su último artículo, esta actitud tiene que ver con las dos promesas incumplidas por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que anunció poco después de asumir el cargo que Washington dejaría de apoyar los esfuerzos bélicos ofensivos de Arabia Saudita en esa contienda, y también que promovería los esfuerzos diplomáticos necesarios para poner fin al conflicto.
Tras formular aquellas promesas, Biden se vio “colmado de elogios”, pero el apoyo estadounidense a Riad “no ha cambiado” y, diez meses después, los aviones de combate sauditas “continúan lanzando bombas sobre los yemeníes empobrecidos”.
En su artículo, titulado ‘Biden prometió detener la maquinaria de guerra saudí. No lo hizo’, Inlakesh centra su atención en los combates librados en torno a la ciudad de Marib, que está a punto de caer en manos de los rebeldes hutíes (movimiento Ansar Alá), principal enemigo de los sauditas en suelo yemení. Los constantes bombardeos y las operaciones terrestres en torno a esa localidad han causado una catástrofe humanitaria reconocida por las Naciones Unidas.
La ONU calcula que el número de muertos podría llegar a 377.000 a finales de este año. Solo en los últimos dos meses, los combates en la gobernación de Marib, rica en petróleo, han causado la muerte a miles de personas y se hallan en el origen del desplazamiento de alrededor de 42.000 civiles.
Cómo 5 semanas se convirtieron en 7 años
El actual conflicto que involucra a los sauditas y sus aliados estalló en marzo de 2015. Riad, que en un primer momento actuó en nombre del Gobierno yemení internacionalmente reconocido contra los rebeldes hutíes, esperaba que su poderío aéreo le permitiría ganar la guerra en cinco semanas, pero el conflicto sura ya siete años.
Cuando el Consejo de Derechos Humanos de la ONU decidió a primeros de este año investigar hasta qué punto la coalición liderada por Arabia Saudita era responsable de la crisis humanitaria más grave del mundo, Riad se esforzó, por medio de incentivos y amenazas, en cerrar esa investigación y en protegerse para evitar que la acusaran directamente, escribe el analista.
Los “humanistas” de la Administración Biden, que prometían poner fin al apoyo de las “acciones ofensivas” sauditas, sellaron el pasado mes de octubre un acuerdo de armas por valor de 500 millones de dólares con Riad, escribe Inlakesh. Las fuerzas estadounidenses son las que brindan ahora apoyo logístico a la coalición, liderada por Arabia Saudita, y los contratistas estadounidenses continúan prestando servicio a los aviones usados para bombardear Yemen, pese a la condena que esta actitud ha merecido para personas como senador progresista Bernie Sanders.