Un análisis genético proporcionó nuevos conocimientos sobre la identidad de una cazadora-recolectora del mesolítico descubierta hace casi un siglo en Alemania
En 1934, un grupo de obreros alemanes descubrió una peculiar sepultura mientras estaban trabajando en la construcción de los jardines del balneario de Bad Durrenberg, unos 160 kilómetros al suroeste de Berlín. Se trataba de un doble entierro de una mujer sentada y un bebé. Por la abundancia de ajuares funerarios que rodeaba a la pareja y las anomalías corporales de la mujer, los expertos interpretaron que la mujer enterrada era una chamán que murió hace unos 9.000 años, durante el período Mesolítico.
Sin embargo, su verdadera identidad y su relación con el niño siguieron siendo un misterio, aunque se especuló que podría tratarse de madre e hijo. Ahora, una investigación publicada como capítulo de las actas del congreso Propylaeum demuestra que la mujer era pariente de cuarto o quinto grado del bebé, que se ha determinado que era un niño y que seguramente fue enterrado décadas después que su tatarabuela.
“Secuenciamos el genoma completo de esta mujer que vivió hace 9.000 años”, dijo a Live Science el coautor del artículo, Wolfgang Haak, líder del grupo del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Alemania.
“La mujer mesolítica de Bad Durrenberg tiene un perfil genético típico de los cazadores-recolectores de Europa occidental, una población que, como su nombre indica, sugiere, ocupó gran parte de Europa central y occidental a finales del Paleolítico superior y principios del Holoceno, aproximadamente después del 14000 [a.C.]”, precisó.
Los análisis mostraron que la mujer, que tenía entre 30 y 40 años en el momento de su muerte, era de complexión delgada y medía aproximadamente 1,55 m.
“Tenía el cabello y el color de piel más oscuros que los europeos modernos, y muy probablemente ojos azulados más claros”, dijo Haack. “Estos rasgos son característicos de los cazadores-recolectores de Europa occidental”.
Según un comunicado, los investigadores también descubrieron que a la mujer le faltaban músculos en las extremidades inferiores y el torso y que tenía un “vaso sanguíneo anormalmente desarrollado” en el cráneo.
“El hueso tenía pocas o ninguna inserción muscular notable, a diferencia de muchos otros restos humanos del Mesolítico”, dijo el coautor del estudio Jorg Orschiedt, profesor de arqueología en la Universidad Libre de Berlín. “Sin embargo, estaba lejos de estar discapacitada o físicamente limitada de alguna manera”, sostuvo.
Los investigadores también notaron una “anomalía anatómica muy rara” en la base del cráneo que “puede resultar en un pellizco de la arteria vertebral cuando la cabeza está en ciertas posiciones”, señaló Orschiedt. “Aunque esto no ocasiona pérdida del conocimiento, puede provocar efectos neurológicos leves. Una consecuencia probable son movimientos involuntarios de los ojos: nistagmo. Esto parece molesto o espeluznante para los observadores externos y probablemente contribuyó a su condición de chamana”, explicó.
El nuevo estudio añade muchos detalles al contexto del hallazgo del 1934 y “pinta una imagen más detallada de los últimos grupos de cazadores-recolectores europeos”, sostuvo Haack.