Los pingüinos antárticos duermen unas 11 horas al día, pero son capaces de hacerlo en breves periodos de unos pocos segundos para detectar el peligro a tiempo
Científicos han demostrado que, a diferencia de los humanos, en algunas especies de aves los beneficios del sueño pueden acumularse gradualmente. Una nueva investigación publicada en la revista Science ha descubierto que algunos pingüinos duermen miles de veces al día.
Los pingüinos de barbijo (‘Pygoscelis antarcticus’) viven principalmente en la península antártica e islas del Atlántico Sur y son probablemente la especie de pingüino más numerosa (unos 8 millones de pingüinos maduros en todo el mundo). Acumulan sus necesidades diarias de sueño de más de 11 horas en periodos cortos, con una media de tan solo cuatro segundos cada uno.
El caso es que, durante la nidificación, los pingüinos solitarios deben proteger sus huevos de unas aves rapaces llamadas skúas mientras sus parejas salen a alimentarse por unos días. Así, no pueden permitirse dormir durante horas, ya que deben permanecer alerta en todo momento. Es más difícil para los individuos cuyos nidos están situados en los bordes de las colonias, porque allí el peligro es mucho mayor.
También tienen que protegerse de otros pingüinos que intenten robar el material de su nido. En cuanto el segundo pingüino vuelve de alimentarse, la pareja cambia de papel.
Un equipo dirigido por Paul-Antoine Libourel, del Centro de Investigación en Neurociencia de Lyon, realizó un estudio en la isla Rey Jorge en diciembre de 2019. Con electrodos especiales, los científicos monitorearon la actividad en el cerebro y los músculos del cuello de 14 aves, y utilizaron acelerómetros y GPS para estudiar el movimiento y la ubicación se sus cuerpos.
Resultó que los pingüinos eran capaces de dormir tanto de pie como tumbados, con una duración media del sueño de 3,91 segundos. En total, se dormían más de 10.000 veces al día.
El hecho de que las aves sean capaces de defenderse y reproducirse con este método de sueño sugiere que dormir unos segundos cada vez tiene un efecto acumulativo y les proporciona recuperación. En cuanto a los humanos, por el contrario, el sueño fragmentado deteriora la función cognitiva y puede incluso acelerar el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer.
“Así, lo que es anormal para los humanos puede ser perfectamente normal para las aves u otros animales, al menos en determinadas condiciones”, comentaron los científicos Christian Harding y Vladislav Vyazovski.