El organismo alertó que las cifras de los primeros ocho meses de 2021 ya superan los registros del año pasado
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) emitió este viernes un informe en el que alerta sobre el aumento de los secuestros de niños, niñas y mujeres en Haití, país golpeado por la miseria, la violencia, las tragedias naturales y la inestabilidad política.
De acuerdo al organismo, las cifras de los primeros ocho meses de 2021 ya superan los registros del año pasado, con más de 100 secuestros para pedir rescate.
La directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe, Jean Gough, apuntó que “ya ningún lugar es seguro para los niños y niñas en Haití”, en un contexto de violencia callejera relacionada con las bandas en la capital, Puerto Príncipe, y sus alrededores.
“Ya sea de camino a la escuela, en casa o incluso en la iglesia, las niñas y los niños corren el riesgo de ser secuestrados en cualquier lugar, a cualquier hora del día o de la noche. Esta es la peor pesadilla de cualquier padre”, dijo Gough.
Frente a esta dramática situación, más de 15.000 mujeres, niños y niñas se han visto obligados a huir de sus hogares.
El Fondo para las infancias de la ONU estimó, con base en fuentes oficiales, que 71 mujeres y 30 niños y niñas fueron secuestrados en los primeros ocho meses de este año, frente a 59 mujeres y 37 niños y niñas en 2020. Esto representa un tercio de los 455 secuestros registrados este año.
“Las bandas criminales utilizan a los niños y niñas como moneda de cambio y se lucran a costa del amor de los padres por sus hijos”, indicó la directora regional. Y agregó: “En medio de la pobreza generalizada y la criminalidad rampante, los secuestros de niños y niñas se han convertido en un negocio lucrativo. Esto es aborrecible”.
Haití afronta un difícil escenario económico, social y político que se vio agravado tras el asesinato del entonces presidente, Jovenel Moïse, el 7 de julio del 2021.
La crisis ha provocado un incremento en el accionar de bandas delictivas. El sábado pasado, 17 misioneros cristianos de origen estadounidense fueron secuestrados junto con los miembros de sus familias en Puerto Príncipe. Todos permanecen cautivos bajo amenaza de muerte, y los captores reclaman para su liberación un millón de dólares por cada uno de ellos.