La construcción fue descrita por los arqueólogos como una “proeza de la ingeniería” neolítica
Un grupo de arqueólogos ha desenterrado una enorme tumba de unos 5.000 años de antigüedad durante una excavación en las islas Orcadas, un archipiélago ubicado en el norte de Escocia (Reino Unido), descubriendo 14 esqueletos articulados de mujeres, hombres y niños, incluidos dos que estaban colocados como si se estuvieran abrazando, informa The Guardian.
La excavación fue dirigida por Hugo Anderson-Whymark, jefe de conservación de prehistoria neolítica de los Museos Nacionales de Escocia, y la profesora Vicki Cummings, catedrática de arqueología neolítica de la Universidad de Cardiff. Además, participaron voluntarios locales, que ayudaron a encontrar también cerámica, herramientas de piedra y un alfiler tallado en hueso.
Los expertos describieron la estructura, que data de alrededor del año 3000 a. C., como una “proeza de la ingeniería” neolítica. La tumba mide más de 15 metros de diámetro y contiene una construcción de piedra a la que se accede a través de un largo pasadizo de unos siete metros. Anderson-Whymark también notó que en la construcción en voladizo las piedras fueron colocadas gradualmente para crear cámaras celulares que se estrechaban a medida que ascendían.
Anderson-Whymark recordó la “increíble emoción” que experimentó cuando retiraron la tierra y pudieron ver el plano de la tumba: un espacio rectangular rodeado de cámaras con el fondo curvo. Según el experto, “la guinda del pastel” son los 14 esqueletos articulados hallados dentro.
Esta zona arqueológica está situada a unos 15 kilómetros al norte de la costa escocesa y desde hace tiempo atrae la atención de los investigadores.
“Las islas Orcadas son excepcionalmente ricas en arqueología, pero nunca esperábamos encontrar una tumba de este tamaño en una excavación a tan pequeña escala. Es increíble pensar que este monumento, que alguna vez fue impresionante, estuvo a punto de perderse sin dejar registro”, afirmó experto.
Durante una de sus investigaciones, Hugo Anderson-Whymark encontró una nota sobre el hijo de un granjero que excavaba en las Orcadas y en 1896 descubrió restos de antiguos muros, una maza, una bola de piedra, y ocho esqueletos. Gracias a este “hallazgo casual” los arqueólogos tuvieron la suerte de encontrar una de las “proezas de la ingeniería”.