A Juan Rulfo le bastó un par de genialidades para pervivir con admirable carga poética.
Mientras veía pelear a Mayorga frente a un gran desconocido, recordé cómo si Rulfo me hablase al oído ”que nada puede durar tanto, y no existe recuerdo por intenso que sea que no se apague”.
Observé la mueca fantasmagórica de un “Matador” que ya no existe. Quedó evidenciado una vez más lo que dice el relato (Nos han dado la tierra); que no se puede contra lo que no se puede, Ricardo.
El boxeo está lleno de regresos grises y dolorosos, como el de Leonard destrozado inmisericordemente por el Macho Camacho, mientras trataba de sacar juventud de su pasado en el ring, como decía José Alfredo. El oriundo de Carolina del Norte Estados Unidos, obvió temerariamente un desprendimiento de retina y tras someterse a una exitosa operación retornó al ring.
Los versos de Rubén sobre lo efímero de las mocedades que ¡se van para no volver!, no parecen alertar a quienes insisten tercamente, en reaparecer con la frente marchita como canta Gardel; en un acto homicida porque el riesgo mayúsculo impera.
La vida agitada fuera del cuadrilátero que llevó Mayorga, rodeado de alcohol, complicaciones con la justicia exprimiendo así sus mejores años, aceleró un proceso natural de desgaste contra el que ningún ser humano puede batallar y salir airoso. Además la desmesura con que manejó las bicocas que factura el boxeo, sin orientación financiera lo tienen en un álgido y tenebroso hueco monetario.
El nicaragüense es un cuadro humano que pone en alto relieve, el inexorable paso del tiempo y a la misma vez esa terquedad pasmosa de seguir en el sitio que ya dejó de ser suyo.
Mayorga fue portada de la prestigiosa revista The Ring, en un sonoro artículo fue nombrado como un refrescante suceso para el boxeo (…) Su explosividad verbal y estilo ortodoxo prontamente lo ubicaron entre los más taquilleros.
Así bofeteó la cara del mexicano desconocido, su último rival en el boxeo:
Pero abruptamente se divorció del gimnasio -médula espinal- de todo deportista y fue cazado por la indisciplina y los excesos. La bohemia y juerga -mezcla nociva-, mermaron su permanencia en el top ten. Derrumbándose como deslave tras una copiosa tormenta de agua que sacude los cimientos de la más fuerte montaña.
Mayorga conspiró repetidamente contra si mismo, cayendo en el fango de la mediocridad y se consignó a la oscuridad, un héroe que fue pero ya no es.
¡Quedan las imágenes del Matador sacudiendo al panel de expertos!, después de noquear a Vernost Forrest justiciero de Mosley, en un momento en que Oscar de la Hoya el favorito de la crítica especializada había sido derrotado limpiamente en dos ocasiones por el mismo Shane Mosley. Es decir, Ricardo figuraba entre la clara y nata del boxeo, rompiendo esquemas, metiéndose en el bolsillo bolsas millonarias.
Hay muertos que andan y hablan dice Rulfo; Ricardo Mayorga parece “resistirse a morir como boxeador” pero solamente es una especie de ánima como las que se citan en Pedro Páramo.
Todos sabemos menos él; que sus frases discordantes y su discurso pueril es una falacia con hedor repugnante y desfasado en su voz.
Nadie le quitará a Ricardo sus dos coronas mundiales incuestionables. Pero él se ha untado de desdicha, huele a tristeza y a tierra erosionada, a lluvia infructífera y a camino cuesta abajo.
¡Gracias campeón por tus victorias! que nos salpicaron de brillo. Ojalá puedas reivindicarte, no con nosotros, quienes de pie aplaudimos tus nocauts, sino contigo mismo.
De esta manera “gana” al mexicano…