Por Rafael Casanova Fuertes
Un 15 de septiembre de 1821 en Ciudad Guatemala, en medio de una gran algarabía, los representantes de la entonces Capitanía General del Reino de Guatemala proclamaron la separación definitiva de España. Incorporada esta fecha al panteón heroico centroamericano, ha sido celebrada hasta los tiempos actuales con desfiles y actos oficiales que recuerdan esta gesta y sus próceres. Mas, hechos que precedieron a esta fecha y otros que ocurrieron posteriormente, siembran confusiones sobre si hubo realmente un suceso que pudiéramos calificar como tal y una pregunta que surge es: ¿fue el 15 de septiembre de 1821 la verdadera independencia de Centroamérica? Y si no fue esta fecha, ¿cuál fue la verdadera independencia de Centroamérica y Nicaragua? Esto se puede explicar volviendo momentáneamente a la época:
1. Un antecedente inmediato del 15 de septiembre, fue el levantamiento en 1820 del General español Rafael del Riego, quien con sus tropas se negó a venir a combatir a los patriotas americanos en Sudamérica y regresa del puerto de Cádiz a Madrid y obliga a Fernando VIII a restituir la Constitución liberal, aprobada en 1812, llamada “Cortes de Cádiz”. Este suceso atemorizó no sólo a los realistas españoles, sino también a los criollos ricos de las colonias americanas, opuestos a cualquier tipo de cambio que afecte todo un sistema de privilegios, garantizados bajo el régimen absolutista español. Temían también a los movimientos de carácter radical similares a los de Sudamérica o los iniciados por Hidalgo en 1810, en el mismo México.
2. En estas circunstancias, el jefe militar español en Nueva España, Agustín de Iturbide, tomó la iniciativa de llamar a los independentistas mexicanos y al alto clero mexicano para la realización de un acuerdo, lo que dio como resultado el Plan de Iguala, celebrado el 24 de febrero de 1821. En este acuerdo se consignaban tres garantías: Independencia, Religión y Unidad. Esta última garantía debería concretarse en un nuevo gobierno monárquico–constitucionalista, (que podría hasta ser encabezado por el mismo Fernando VII) en el que participarían la aristocracia terrateniente, los ex funcionarios peninsulares y el alto clero, lo cual se materializó en agosto de 1821, al coronarse Iturbide como Emperador del México independiente. Todo esto, se dio en medio de fuertes contradicciones principalmente con los partidarios de un sistema republicano en México.
3. La situación de España, y principalmente la de México, trascendió en Ciudad Guatemala. El capitán General Gabino Gainza, convocó a una reunión extraordinaria de autoridades de la Capitanía para el día 15 de septiembre; el problema principal era el de la provincia de Chiapas, que en agosto reciente se había adherido a México, separándose de Guatemala. Al circular fuertes rumores de esta convocatoria, se empezó a producir un estado de agitación en los barrios desde el mismo día 14 de cual eran las verdaderas intenciones de los funcionarios peninsulares y los criollos ricos de Guatemala, encabezados por el Marqués Mariano de Aycinena, que era el de realizar la separación de España a espaldas de la población. De hecho, esto fue lo que se puso en práctica, y aún en uno de los artículos del acta lo dejaron plasmado: que había que realizarla “para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase el mismo pueblo”. Uno de los principales acuerdos que se tomó fue el que quedasen las mismas autoridades peninsulares civiles y eclesiásticas en toda Centroamérica hasta marzo de 1822, cuando debería de darse una reunión de diputados, todo esto, como observamos, fue similar al plan de Iguala en México. Es decir, el acta del 15 de septiembre de 1821 fue la primera independencia de Centroamérica, pero los gestores se reservan para más adelante la proclamación o no de un nuevo Estado sustituto del poder español, de ahí que sólo se habló en este momento de la separación de las Provincias Unidas de Centroamérica.
4. No había pasado mucho tiempo de haber quedado en evidencia el objetivo principal de los protagonistas del Acta, cuando en los primeros días de enero de 1822 la mayoría de representantes de las provincias proclamaron la anexión al Imperio Mexicano. Es decir, que lo que se pretendió por parte de los mismos, fue una maniobra para ganar tiempo en la que valoraron dos posibles salidas: a) que la situación en España se superara, tornando el absolutismo al poder, y así reincorporar de nuevo el territorio al mundo colonial; c) la posibilidad de incorporar las provincias a una nueva entidad territorial que preservara intacto el statu quo existente antes de 1821. Como observamos, esta última fue la opción que prevaleció.
5. El movimiento anexionista fue una especie de señal para que explotaran las contradicciones que habían estado reprimidas en la región. Los republicanos representados en las capas medias ilustradas, partidarios de la independencia total de Centroamérica, marginados de los mencionados acuerdos, se levantaron en armas contra la anexión. En el interior hubo ciudades que se declararon republicanas, otras imperialistas. En León, Nicaragua, se concentraron los anexionistas dirigidos por don Crisanto Sacasa, mientras que los republicanos, acaudillados por Cleto Ordóñez, se tomaron la ciudad de Granada. Es válido destacar que en estas pugnas político-ideológicas, se vertieron con todo su furor las animosidades localistas y los resentimientos sociales que se habían mantenido latentes a lo largo de la dominación colonial. En Granada, por ejemplo, resonaron consignas radicales como: “se acabaron los dones”, dirigida contra los criollos ricos por parte de los indígenas y mestizos pobres.
6. La violencia colectiva que explotó en Centroamérica provocó la intervención en 1823 de tropas imperiales al mando de Vicente Filísola, cuya misión era pacificar el “anexado” territorio centroamericano: pero en plena campaña en El salvador, le llegaron noticias de la caída y fusilamiento de Iturbide en México, por lo cual su lucha perdió razón de ser. En plena retirada hacia México, casi sin pretenderlo, le tocó ser protagonista de un célebre tratado, cuando el 1º de julio de este mismo año, ante los delegados de las provincias unidas, convocados en Ciudad Guatemala, reconoció la independencia de Centroamérica de México, España y cualquiera otra nación. Acto que pasó a ser de hecho la segunda y verdadera independencia de Centroamérica.
7. La derrota de los anexionistas conservadores provocó el ascenso al poder en 1823 de los republicanos partidarios de un Estado federal para la región. Pero, como se conoce, la federación se derrumbó en 1838, en medio de cruentas guerras entre unionistas y autonomistas. Nicaragua se separó de la federación el 30 abril de este mismo año, pero no se puede considerar a esta fecha como un día de independencia, sino como el día de la escisión de Nicaragua del contexto centroamericano. Es más, durante muchos años, los nostálgicos de la unión centroamericana consideraron esta fecha un hecho doloso para el ideal unitario de la región.
8. Se puede asegurar que con el 15 de septiembre de 1821 se inició el proceso de independencia de Centroamérica, protagonizado por peninsulares y criollos ricos, con el objeto de impedir un movimiento separatista de carácter radical y popular. Empero, la independencia total se materializa el 1º de julio de 1823, cuando son derrotadas las tendencias conservadoras partidarias del anexionismo, por parte de las tendencias republicanas. En lo adelante, la clase terrateniente demostró su incapacidad para sustituir el vacío de poder dejado por España, tal como lo demostró el predominio de los localismos disolventes. No es si no hasta tres décadas después, cuando empezaron a imponer sus proyectos estatales en las cinco parcelas que surgieron de la Antigua Capitanía. A casi 200 años de estos acontecimientos, poco se ha hecho -salvo excepciones- por incorporar a “los de abajo” en los proyectos sociales y políticos de estas naciones. Y las circunstancias actuales, demandan de nuevas luchas por alcanzar una auténtica independencia política, social y económica dentro de la globalización que se oponga, firmemente, a los nuevos colonialistas y sus aliados internos, los viejos y nuevos criollos ricos.