Ungido por el fallecido expresidente Hugo Chávez poco antes de su muerte por cáncer, Nicolas Maduro lleva 11 años en el poder en Venezuela y quiere gobernar seis años más, hasta 2031.
CARACAS — Llamado “autoritario” y “dictador” por sus críticos, “estadista” y “protector del pueblo” por sus seguidores, Nicolás Maduro lleva 11 años consecutivos gobernando Venezuela. Este 28 de julio busca otro mandato de seis años, hasta 2031.
“Soy Nicolás Maduro Moros, hijo de Chávez, y voy a ganar las elecciones del próximo domingo”, zanjó el mandatario, de 61 años, en un mitin electoral a comienzos de semana en Los Andes de Venezuela.
Ungido por su antecesor Hugo Chávez (1999-2013) tres meses antes de morir por cáncer, Maduro, un exconductor de autobús, llegó en 2013 por primera vez a la presidencia de Venezuela, subestimado por muchos.
De lograr la reelección, Maduro superaría a su padre político y se convertiría en el mandatario con el periodo presidencial más largo en la historia reciente de Venezuela.
En este tercer intento consecutivo por mantener su silla en el Palacio de Miraflores, Maduro apela nuevamente a la figura de Chávez para reconquistar a una militancia desilusionada.
“Si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito, la más grande victoria electoral de nuestro pueblo”, advirtió Maduro en otro acto.
Dejando atrás el rojo del partido, su campaña electoral apostó por colores estridentes bajo el lema “más cambios y transformaciones”.
Durante esta contienda, Maduro se define a sí mismo como “el gallo pinto”, un ave que se utiliza para peleas en juegos de apuestas, tradicional en zonas rurales del país.
Ya antes un Maduro convertido en superhéroe prometió salvar a los venezolanos de enemigos externos y adversidades, según mostró el dibujo animado Super Bigote que transmite la televisión estatal VTV.
Pero fuera de la pantalla, la situación es otra.
Durante su gobierno se gestó la peor crisis económica en la historia del país, con siete años de recesión y cuatro de hiperinflación que desataron escasez de alimentos y medicinas y aniquilaron el poder de compra de los ciudadanos. Como consecuencia, más de siete millones de venezolanos emigraron en busca de oportunidades.
Pero Maduro, con una legitimidad cuestionada la mayor parte de su periodo, sobrevivió a protestas, a presuntos atentados, sanciones internacionales, a una presidencia paralela y a un fallido intento de golpe de Estado.
Su gobierno, marcado por la corrupción y la crisis, se encuentra bajo una investigación en la Corte Penal Internacional (CPI) por supuestos crímenes de lesa humanidad, tras la represión de multitudinarias protestas antigubernamentales en 2017 que dejaron un centenar de muertos.
En 2020 Estados Unidos acusó a Maduro por “narcoterrorismo”, y ofreció hasta 15 millones de dólares por información que permita su arresto.
El hombre leal de Chávez
En su última transmisión de radio y televisión, el 8 de diciembre de 2012, un Chávez enfermo dijo:
“Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”.
Y así fue.
Maduro ganó las elecciones de 2013 con el 50,61 % de los votos, apenas 1,5 puntos por arriba del opositor Henrique Capriles, quien impugnó sin éxito el escrutinio.
“[Chavez] eligió bien”, dijo a la VOA Larry Moreno, un venezolano de 69 años fiel defensor del chavismo. “A otro quizás ya lo hubiesen tumbado”, siguió sobre Maduro.
“Lo que hay que buscar ahora son los métodos para realzar la economía”, agregó.
Maduro heredó de Chávez buena parte de sus números, luego venidos abajo, pero no el carisma.
“Siempre fue parasitario de la capacidad de acceso al poder de Chávez”, dijo en febrero a VOA Nicmer Evans, politólogo y militante que rompió con el chavismo en 2013. “Nunca tuvo capacidad de asirse al poder por sí mismo”, insistió.
Maduro nació en Caracas en 1962. Culminó sus estudios de bachiller, pero nunca asistió a la universidad. Comenzó su vida política en la década de 1970, cuando militó en la Liga Socialista, una organización de izquierda revolucionaria de Venezuela. Se formó ideológicamente en Cuba entre los años 1986 y 87.
En 1992 se alió a Chávez, cuando el entonces teniente coronel pagaba condena tras un fallido golpe de Estado.
De guardaespaldas, chófer de autobús, y sindicalista, Maduro pasó a ocupar importantes cargos en el gobierno del fallecido expresidente, como parlamentario, canciller y vicepresidente.
Está casado con Cilia Flores, parlamentaria y quien fuera procuradora de Venezuela. Tiene un solo hijo de una relación pasada, Nicolás Maduro Guerra, de 34 años.
Según la biografía oficial, Maduro “fue destacado activista por la libertad del comandante Chávez cuando este se encontraba en prisión (…). En aquellos días, solía reunirse en la clandestinidad con los colectivos sociales que apoyaban el proceso revolucionario”.
Una vez Chávez en libertad, Maduro lo ayudó a formar el partido de izquierda Movimiento Quinta República (MVR).
“Presidente obrero”
Su corta trayectoria académica y su trabajo como conductor de bus le costaron burlas, que luego aprovechó para personificar al “presidente obrero” de los pobres.
“La gente decía que era bruto, que era burro, que no iba a quedar tanto tiempo en el poder”, recordó en febrero en conversación con la VOA Ana Milagros Parra, politóloga y consultora.
Descalificaciones que, incluso, las alentó, con “deslices” o “estupideces calculadas” en televisión, dijo Evans.
En 2013, Maduro dijo que Chávez se le apareció en forma de “pajarito chiquito”. Rápidamente fue caricaturizado por sus críticos.
En todo caso, Maduro es hoy “sagaz y habilidoso” considera Evans, que lo define como “hombre desclasado que representa a una nueva burguesía en Venezuela”.
De su discurso prácticamente desapareció aquel socialismo del siglo XXI que tanto propugnó Chávez.
Pragmático
Maduro sobrevivió a una profunda crisis económica, con un PIB que se redujo en 80 % entre 2012 y 2021, e hiperinflación por cuatro años consecutivos, entre 2018 y 2022.
Además, enfrentó a una metralla de sanciones internacionales impuestas tras su reelección en 2018, comicios tachados de fraudulentos y boicoteados por la oposición.
Desde 2019, el dólar se impuso como moneda de facto y Maduro no opuso resistencia pese a que por años satanizó el uso de esta moneda.
“Supo ser pragmático, sobre todo por las sanciones (…) para mantenerse en el poder y dejar fluir dólares en el país con tal de sobrevivir”, agregó Parra.
Su gobierno también ha estado inmerso en escándalos millonarios de corrupción.
También recortó el gasto público y eliminó aranceles para impulsar importaciones que acabaron con el desabastecimiento.
Enemigos y aliados externos
Maduro, quien recibió una ola de rechazó internacional en 2019 tras reelegirse en unas elecciones cuestionadas, nunca estuvo solo del todo. Contó con el apoyo incondicional de gigantes como Rusia, China, Irán, Turquía, y aliados tradicionales como Cuba y Nicaragua.
En Estados Unidos ve a su principal enemigo y causante de todas sus desgracias.
Fue acribillado por una batería de sanciones económicas que buscaron sin éxito su caída, incluido un embargo petrolero impuesto por Washington en 2019.
Pero Maduro consiguió luego el levantamiento parcial de sanciones y que Estados Unidos excarcelara a dos sobrinos de su esposa Cilia Flores, condenados por narcotráfico. También logró la libertad del empresario Alex Saab, acusado de ser su testaferro y enjuiciado en Florida por lavado de dinero.
“Estrategias autoritarias”
El año 2015 marcó un antes y un después en la estrategia de Maduro para preservar el poder en Venezuela “a toda costa”, consideran expertos.
Sus adversarios lo acusan de gobernar de manera autoritaria, de impulsar detenciones arbitrarias, persecuciones a políticos, y usurpar funciones.
Según la oenegé venezolana Foro Penal, las detenciones por motivos políticos en los últimos diez años supera los 15.800.
“[Maduro] se ha mantenido ahí (en el poder) por estrategias autoritarias y por medio del miedo, la represión y poder controlar a grupos importantes dentro del país para que lo apoyen”, dijo Parra.
En 2015, el chavismo sufrió la mayor derrota electoral de su historia, cuando la oposición ganó la mayoría calificada en el Parlamento. Pero apenas la oposición tomó el control, el Legislativo fue declarado en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que es acusado de servir al chavismo.
Siguieron entonces años turbulentos para Venezuela con Maduro al frente, con choques de poderes, violentas protestas, represión y diálogos fallidos.
En 2017, la fiscal general Luisa Ortega Díaz (2007 y 2017), denunció “la ruptura del orden constitucional”. Hoy está exiliada.
Una Asamblea Constituyente, totalmente chavista, fue elegida en 2017 y asumió las atribuciones del Parlamento. La oposición reclamó fraude.
Este órgano convocó entonces a los comicios presidenciales de 2018 y el grueso de la oposición los boicoteó por considerar que las condiciones de las elecciones no eran legales ni democráticas.
Con una baja participación, Maduro fue reelecto para el periodo presidencial 2019-2024, en medio del cuestionamiento internacional a su legitimidad.
Su reelección agudizó los problemas económicos y políticos que ya enfrentaba.
Al menos 60 gobiernos desconocieron a Maduro y se inició la formación de un gobierno interino opositor, encabezado por Juan Guaidó, que duró cuatro años.
Elecciones presidenciales 2024
Este domingo, Maduro tiene como principal rival a Edmundo González Urrutia, un diplomático de 74 años que fue inscrito como candidato por la opositora Plataforma Unitaria a último minuto en representación de María Corina Machado, ganadora de la elección primaria de la oposición pero impedida de participar políticamente por la Corte Suprema.