A veces la vida nos lleva por caminos desconcertantes. Fijamos encuentros y muchas veces, no sabemos qué hacer ni hacia dónde ir para reunirnos con la vida, con nosotros y con los otros, los cientos de miles de ojos que nos esperan, no siempre, en el mismo lugar del mundo.
Sé que el desafío es inquietante. Los días imposibles, atraviesan la puerta y saltan por la ventana más cercana, eso me decía mi generosa abuela, una Generala del tiempo presente, cuando me llevaba de la mano para recorrer y conocer la voz de la infancia y sus mañanas dulces con fogonazos de esplendor en la fe.
También en la enseñanza hubo duelos, perdón y sangre en resistencia; los obstáculos para compartir las certezas, los demonios del miedo y la paciente esperanza de fracasar pero no ser derrotado. Y tanto aquí como allá, se mantiene como protagonista el lado humano del hombre.
Confieso que muchos años después, tirado en el estrecho hastío y la soledad reveladora comprendí, que hacen falta puentes de amor y solidaridad de rostro limpio porque hasta ahora las fronteras son un mal invento para aprender a vivir.