Messi es la resulta imperial que brota entre la mezcla del roce de sus pies con el balón. Una deidad que repite a su antojo magia por doquier. Como genio que es, demostró su poderío absoluto sacando al Barcelona del oscurantismo, enviándolo de un solo tajo al liderato de la Liga.
Concluida la hazaña, el pibe enmudeció camiseta en mano con brazos extendidos como El Cristo Redentor de Río de Janeiro a todo el Bernabéu.
Fue un zurdazo gestado con el sello mesiánico que consumó el inalterable 3×2, mientras los latidos moribundos del partido segundos después sentenciaban el final. ¡Una obra maravillosa como “El juicio final” de Miguel Ángel en el techo de la Sixtina.
¡Nada logró detener a la pulga! ni la ruptura de labio macabramente ejecutada por Marcelo, ni la tijera de Ramos con intenciones maquiavélicas y posibles consecuencias gravísimas si Leo no salta evitando el impacto. Todo ello intentado parar vilmente la tormenta perfecta llamada Leonel.
Messi acostumbrado a no hablar, se expresó con la pelota, el mejor lenguaje que maneja; y se llevó a todos al puerto con bota izquierda. Lo cazaron, lo derribaron, sangró y no basto, el pibe superó enteramente a todos los elefantes blancos en el Bernabéu.
Fuimos testigos de un gran clásico que justifica la emotividad y visión mundial por su colosal variedad de ingredientes. Por ejemplo el tico Keylor y Stegen atajando seis y doce pelotas respectivamente, en ángulos dificilísimos que requieren una sobre humana elasticidad al estilo Reed el de los cuatro fantásticos.
El gol imponente de James tras centro de Marcelo empatando el partido con un Madrid luchando sin Ramos en la cancha tras una roja, la volea de Suárez y el cabezazo rasante de Pique con Keylor volando como Supermán para detener el proyectil en la misma esquina de la portería.
Sumémosle el gol tempranero de Casemiro superada la falta a Ronaldo en apenas minuto y medio de juego, mientras el ruido ensordecedor de los merengues reclamaba penalti a favor de Cristiano.
Agreguen la aparición de Asencio sustituyendo a un Bale gris; inyectándole velocidad provocando conflicto en el área chica del blaugrana.
Sin embargo fue Messi dilatando pupilas en las gradas con su juego de otros mundos que ganó el clásico. Dos arponazos suyos incluidos en el top ten de ESPN definieron el duelo 174.
El brillo de Messi tan imponente como la Osa Mayor, alumbra el firmamento del fútbol mundial con propiedad. Si existe todavía un iluso que se atreva a denostar la superioridad de Lio, que vea al Real Madrid en el Bernabéu, empequeñecido, fustigado y aplastado por el estallido de Messi.