Una ‘startup’ especializada en devolver a la vida a animales extintos ha anunciado su plan para recuperar a estas pacíficas aves, que fueron fueron exterminadas por la caza indiscriminada en el siglo XVII
Hace dos años, el genetista de Harvard George Church y el empresario Ben Lamm fundaron la ‘startup’ de biotecnología Colossal Biosciences, cuyo principal objetivo es regresar a la vida a especies extintas.
Los primeros candidatos a la resurrección fueron muy significativos, los mamuts lanudos, a los que luego se unieron los tigres de Tasmania. Ahora, a este listado se han sumado los pájaros dodo (‘Raphus cucullatus’).
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El dodo, o dronte, era un habitante endémico de la isla de Mauricio, en el océano Índico. Estas grandes aves, que llegaban a pesar hasta 20 kilos, no podían volar, pero su vida en la isla era bastante tranquila, por la sencilla razón de que no tenían depredadores.
Sin embargo, a principios del siglo XVII Mauricio convirtió en un importante punto en las rutas de los marineros europeos, y los indefensos y confiados dodos fueron objeto de una caza fácil e indiscriminada. Décadas de matanzas llevaron a su desaparición total para finales del siglo.
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Tras su extinción, el dodo comenzó a ser considerado como un mito entre las criaturas exóticas. Su total ausencia de miedo hacia los humanos lo convirtió para algunos en un símbolo de estupidez.
“Seamos claros. Las únicas criaturas realmente estúpidas en esta historia somos nosotros, los humanos”, señala Colossal en un comunicado.
Los científicos de la empresa decidieron traer de vuelta al extinto animal editando el genoma de la paloma de Nicobar, su pariente vivo más próximo, una especie de paloma endémica de ciertas islas del Índico. El proyecto ya cuenta con 150 millones de dólares en asignaciones.
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Luego de secuenciar el genoma, los genetistas de Colossal crearán un embrión que crecerá en una madre artificial.
Se espera que la primera cría del dodo ‘resucitado’ llegue en unos seis años. El equipo de la paleogenética Beth Shapiro, quien dirige el proyecto, secuenció por primera vez (el proyecto prevé secuenciar varios) el genoma de la extinta ave en marzo de 2022.