Ubicado a unos 40 años luz de distancia, el sistema TRAPPIST-1 es el hogar de otros siete planetas semejantes a la Tierra en tamaño, masa y densidad
Un grupo internacional de astrónomos logró medir la temperatura del exoplaneta rocoso TRAPPIST-1b, un cuerpo celeste al que muchos científicos asemejan a la Tierra, utilizando el telescopio James Webb de la NASA.
El estudio, publicado este lunes en la revista Nature, reveló que el planeta probablemente no tenga una atmósfera significativa, y que la temperatura de su lado diurno es de unos 230°C. Aunque el hallazgo puede sonar decepcionante, los científicos destacan el poder de la tecnología de Webb, que abre la puerta a más resultados en el estudio del sistema TRAPPIST-1.
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Las conclusiones se basan en la emisión térmica del planeta, observada por Webb en longitudes de onda de luz del infrarrojo medio, 20 veces más rojas de lo que puede ver el ojo humano, para determinar cómo cambiaba a medida que TRAPPIST-1b se movía detrás de su estrella anfitriona. Al medir el brillo de la estrella y el planeta juntos, en comparación con el de la estrella sola, los astrónomos pudieron calcular cuánto procedía del planeta.
“Estas observaciones realmente aprovechan la capacidad de infrarrojo medio del Webb”, dijo Thomas Greene, astrofísico del Centro de Investigación Ames de la NASA y autor principal del estudio.
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El sistema TRAPPIST-1, ubicado a unos 40 años luz de distancia, es el hogar de un grupo de siete planetas similares a la Tierra en tamaño, masa y densidad. Tres de ellos están dentro de la llamada zona habitable de la estrella, a una distancia no tan cercana como para que toda el agua líquida hierva, ni tan lejos como para congelarse.
TRAPPIST-1b es el planeta más interno del sistema y orbita alrededor de su Sol a una distancia de aproximadamente “una centésima parte de la de la Tierra”, por lo que “recibe cuatro veces la cantidad de energía” solar que llega a nuestro planeta, detalla la NASA. Aunque no se encuentra dentro de la zona habitable del sistema, las observaciones pueden proporcionar información importante sobre sus planetas hermanos, así como sobre los de otros sistemas de enanas M (el tipo de estrella más pequeño conocido y capaz de quemar hidrógeno en sus núcleos).
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“Hay 10 veces más de estas estrellas en la Vía Láctea que estrellas como el Sol, y tienen el doble de probabilidades que estas últimas de tener planetas rocosos”, explicó Greene. “Pero también son muy activos: son muy brillantes cuando son jóvenes y emiten bengalas y rayos X que pueden destruir una atmósfera”, agregó.
Esta es la primera detección de cualquier forma de luz emitida por un exoplaneta tan pequeño y frío como los planetas rocosos de nuestro propio sistema solar, por lo que los hallazgos marcan un paso importante para determinar si aquellos que orbitan estrellas pequeñas activas, como TRAPPIST-1, pueden sustentar las atmósferas necesarias para acoger formas de vida.